lunes, 23 de febrero de 2009

¿Simple genocidio brutal?

Por General Álvaro Valencia Tóvar 

El País, Cali

Febrero 23 de 2009

Frente a las conductas erráticas de las Farc, la tendencia generalizada es concentrar la atención en el episodio aislado, interpretándolo como dislocación de los golpeados núcleos supérstites. Tal el caso del asesinato múltiple de indígenas Awa, que públicamente han anunciado su aislamiento del conflicto armado, en el que no tienen cómo ni para qué participar. Tampoco obedece a la represalia por supuesta ayuda al Ejército con informaciones. Las Farc saben bien que tal ayuda no ha existido. 

Entonces, cabe preguntarse: ¿por qué semejante barbarie, que consolida la opinión internacional en la calificación de terroristas que tanto parece preocupar a la cúpula del movimiento? Partamos de una base incuestionable: cada acto, cada golpe, obedece a una estrategia calculada y de alguna manera contribuye a su desarrollo, como puede comprobarse experimentalmente si se sigue con penetración analítica su sangrienta historia criminal. 

En el caso Awa, esta inofensiva comunidad indígena no constituye amenaza alguna para las Farc. Ni siquiera un peligro remoto. Lo que ellas persiguen es el dominio de un área vital para su misma supervivencia, así como para las posibilidades de recuperar la capacidad de combate que las Fuerzas Armadas les vienen golpeando sistemáticamente. 

Nariño y Putumayo configuran una región que, en términos geopolíticos, se denomina de gravitación estratégica. Para las Farc significan un corredor de comunicación con el mundo exterior, que vienen defendiendo tenazmente con más empeño en la medida en que se les cierran otras vías de exportar cocaína y recibir material de guerra para proseguir su lucha obcecada, tercamente, pese a la evidencia de que su objetivo, toma del poder por la violencia, dejó de ser alcanzable. 

Los Awa no constituyen peligro o amenaza sino estorbo. Podrían derivar su neutralidad hacia un apoyo oculto al Ejército y hay que evitarlo por medio del terror, con lo cual se sienta, además, un precedente para toda la población de los dos departamentos. 

Para el Estado, la respuesta debe ser tan integral como la conducta de las Farc: combinación de poder militar adecuado, como eje del esfuerzo de aislamiento y destrucción de la fuerza criminal, y medidas para aliviar las urgencias colectivas de una zona duramente golpeada por el conflicto y la marginación histórica en que se ha desarrollado su existencia. 

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