domingo, 15 de febrero de 2009

Nos molieron a palos

Por Fernando Londoño Hoyos

El Colombiano, Medellín

Febrero 15 de 2009

Nos molieron a palos en el Congreso de los Estados Unidos. El pasado jueves 12 de este febrero del 2009, será de muy triste recordación y marcará el momento en que cambiamos el rumbo o nos vamos al abismo de sorda catarata.

Al mejor estilo demócrata, con la ayuda necesaria de los apátridas del Polo Democrático, se llenó el escenario de testigos mamertos para demostrar que el Estado colombiano viene dominado por asesinos sin piedad, especializados en asesinar sindicalistas y pobres inocentes víctimas de un militarismo sin entrañas.

Quedó sepulto el TLC, que vale decir la esperanza del país para sobrevivir en esta pavorosa crisis mundial. Nuestras perspectivas de salvación descansan en las inversiones que puedan venir para desarrollar enormes proyectos exportadores hacia ese mercado fabuloso. Pero nos dieron un golpe de mano, ante la impotencia de una cancillería que no parece saber dónde está parada y una embajada a la que le quedó grande su responsabilidad histórica. Y por supuesto, contando con nuestra colaboración para tejer la nueva leyenda negra.

El cuento es el mismo de siempre. El que se inventó el Polo Democrático, con la ayuda de liberales tan auténticos y valiosos como Piedad Córdoba, apoyados en la Vicepresidencia de la República y sus estadísticas, que nunca supimos de dónde salen, con alguna ayuda, ahora, del Fiscal General de la Nación.

Para rematar, cerrando faena, con la lamentable rueda de prensa del 29 de octubre de 2008, en la que dimos razón y combustible a todos los enemigos de la Patria, con aquello de los falsos positivos.

Aquí no matamos sindicalistas. Aceptando que en la época dura de la violencia murieron colombianos de todos los oficios y condiciones, porque eran estorbo para las Farc o para las AUC, y entre ellos cayeron profesores, políticos, intelectuales, empresarios, periodistas, jueces, ganaderos, alcaldes, obispos y, por supuesto, sindicalistas, negamos que haya una campaña oficial, franca o encubierta, para silenciar con el crimen a quienes representan legítimos intereses de trabajadores.

Desmovilizada parte de aquella tropa sanguinaria, y prácticamente derrotada la otra, volvimos a la paz y a la seguridad para todos. Que quisiéramos plena, total, sin excepciones. Pero que aún manchada por restos de barbarie que aporta el narcotráfico, nos permite asegurar que nadie en Colombia está amenazado por sus ideas, su credo, su actividad o su partido.

Tampoco somos asesinos cobardes de gente inocente e indefensa. Nuestras Fuerzas Militares son nuestra gloria, nuestro amparo, nuestro orgullo. Que no fueran nada de ello si las supiéramos dedicada a tamaña villanía.

Sin descartar que en este país lleno de perversidades y locuras, abismo en el que nos precipitó un pasado borrascoso y cruel, se diera algún caso patológico de eso que llaman los falsos positivos, podemos decirle al mundo que los hombres en armas son valerosos, consagrados, respetuosos de los más altos valores de la República y de la especie humana.

Estamos dando razones contundentes, enormes, para pedirles al Presidente, al Ministro de Defensa y al Comandante de las Fuerzas Militares, que rectifiquen el doloroso teatro del 29 de octubre y que digan, sin ambages ni rodeos, que se equivocaron. Que esos tres generales, esos coroneles, todos esos oficiales y suboficiales destituidos en un espectáculo de circo, no son culpables de asesinatos de civiles. Que ese fue el mensaje que entendimos todos, el que conmovió al mundo y que está obrando como " probatio probatissima " de las infamias que nos lanzan a las tinieblas exteriores. El último argumento de los demócratas norteamericanos, difícilmente rebatible por los amigos que nos queden, lo sacan de aquel episodio triste.

Pero si hay una prueba contra los militares destituidos, que se exhiba. Y que se les dé el elemental derecho a defenderse.

Hace tres meses y medio los fusilaron. Y nada que llegan las pruebas y la orden. Y por eso, y por no rectificar, nos seguirán moliendo a palos.

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