sábado, 21 de febrero de 2009

El Polo rectifica o se hunde

Por León Valencia

El Tiempo, Bogotá

Febrero 21 de 2009

 

El Polo ha retrocedido considerablemente después de las pasadas elecciones presidenciales. Ese horizonte de esperanza, donde Carlos Gaviria logró alrededor de 2'700.000 votos, se ve ahora muy lejos. Ese momento de fervor unitario y esa posibilidad de una conquista del Gobierno Nacional se han ido desvaneciendo.

No eran ilusiones infundadas. Un partido recién constituido se había alzado con la Alcaldía de Bogotá en cabeza de Lucho Garzón, se había hecho a una importante bancada parlamentaria y se había colocado como la segunda fuerza electoral del país después del uribismo.

El salto tenía varias explicaciones. Gaviria y el Polo habían logrado capitalizar el voto antiuribista. Se atrevieron a cuestionar el discurso de seguridad de Uribe, enfocado exclusivamente hacia la destrucción de la guerrilla, y se apersonaron de reivindicaciones sociales y de temas de la agenda contemporánea, como la despenalización del aborto, la dosis mínima de marihuana y la consagración del matrimonio entre parejas del mismo sexo.

Era, a la vez, un momento de apertura a personas que no tenían tradición en la izquierda, como el mismo Carlos Gaviria, María Emma Mejía, Parmenio Cuéllar, la familia Moreno Rojas, Guillermo Alfonso Jaramillo y otros. También un instante de generosidad, en el cual Navarro y Gaviria disputaron la candidatura presidencial en una genuina consulta ciudadana y Navarro aceptó sin ambages la derrota y se convirtió en jefe de debate del ganador.

La alegría duró poco. Carlos Gaviria no fue capaz de conformar, como lo había insinuado, "un gabinete en la sombra", es decir, un grupo de expertos que les hiciera seguimiento diario a las iniciativas del Gobierno y a los fracasos de la Administración y que produjera poco a poco una alternativa creíble al proyecto de seguridad de Uribe, una crítica fundada a los graves atropellos a la democracia que venían de la Casa de Nariño y una agenda social para aprovechar la bonanza económica que vivía el país. Nada. Solo debates aislados de algunos parlamentarios. Nunca un aprovechamiento a fondo del escándalo de la 'parapolítica' o de los errores manifiestos en la negociación con los paramilitares o de la fallida política exterior colombiana.

El leve olor a victoria mareó a buena parte de los dirigentes. En vez de lanzarse hacia afuera del partido a disputarle las mayorías ciudadanas a Uribe y a buscar nuevos aliados, se replegaron hacia adentro, a disputar el control del aparato partidario. Ganaron los grupos más tradicionales y férreos de la izquierda.

Bajo este signo, el Polo fue a las elecciones locales del 2007, donde sufrió el más penoso revés. En Medellín y Cali se negaron a apoyar las aspiraciones a la alcaldía de Alonso Salazar y Jorge Iván Ospina, líderes independientes, con un pasado limpio, que enarbolaban banderas sociales y estaban dando una gran batalla contra la politiquería local. En un acto de verdadera estupidez y sectarismo, el Polo presentó candidatos propios, que obtuvieron apenas un puñado de votos. Esa fue la conducta que se impuso en todo el país. Los triunfos de Bogotá y Nariño lograron tapar la derrota nacional.

En las elecciones parlamentarias y presidenciales que se avecinan, el Polo quiere repetir esta historia triste. Los dirigentes y delegados que acudirán al congreso que se realizará el próximo fin de semana no están preocupados por buscar un discurso de seguridad propio -sin el cual es imposible derrotar a Uribe- y una propuesta de reconciliación nacional y una salida para la grave crisis económica que se avecina. Quieren cerrar las puertas a acuerdos con otras fuerzas para enfrentar el proyecto de Uribe y, lo que es más grave, se aprestan a diseñar una manera de escoger el candidato presidencial que excluye a figuras que tienen una importante conexión con la opinión pública.

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