domingo, 15 de febrero de 2009

Escobar nos quiere tapar la boca

Por Mauricio Vargas

El Tiempo, Bogotá

Febrero 15 de 2009

El viernes a mediodía fui notificado de una acción de tutela instaurada en contra mía por el magistrado del Consejo Superior de la Judicatura José Alfredo Escobar Araújo. La tutela tiene fecha del 30 de enero, pero yo sólo me enteré el viernes 13 de febrero, cuando recibí el auto del juez 14 penal municipal de Bogotá, que me daba apenas hasta el final del día para contestar un escrito de 22 folios más sus anexos. Mi abogado, Guillermo Puyana, con cuya asesoría he ganado más de cien tutelas, está a cargo del caso. Pero yo le he advertido que tengo la sospecha de que esta la vamos a perder.

No conozco al juez 14. Ni siquiera sé cómo se llama. Y espero que sepa entender la diferencia entre información y opinión. Yo informé sobre hechos ciertos y opiné libremente sobre ellos. No veo cómo podría haber lugar a una tutela. Pero conozco el enorme poder del magistrado Escobar Araújo, que por años ha influido desde su cargo en el consejo que rige la justicia colombiana -esa entidad puede sancionar y hasta destituir a jueces y magistrados de tribunales-. Sólo ese poder explica que siga en el cargo, a pesar de que hace ya dos años los colombianos escuchamos atónitos la grabación de su esposa, que le decía al italiano Giorgio Sale que los finos zapatos que le había regalado este personaje al magistrado Escobar Araújo estaban "divinos". El tono de la charla indicaba que había una relación muy estrecha. Después de ese regalo, Giorgio Sale fue detenido en Italia bajo acusaciones de lavado de dinero y relación con las actividades de narcotráfico del jefe paramilitar Salvatore Mancuso.

Ese y otros nexos de amistad de Escobar Araújo con Sale fueron revelados por la revista Semana. El magistrado le metió una tutela a la publicación que dirige Alejandro Santos, y varios medios y columnistas nos referimos al tema cuando Santos estaba a punto de ir a la cárcel por un supuesto desacato, ya que no sólo lo obligaban a rectificar, sino a hacerlo en condiciones que en muchas ocasiones la Corte Constitucional ha considerado indebidas. En mi columna, recordé el episodio de los zapatos y emití una opinión (para eso son las columnas, para opinar): dije que Escobar Araújo me parecía indigno de su cargo. Me reafirmo en esa opinión: me parece indigno que un señor que recibe regalos de una persona vinculada al lavado de dinero del narcotráfico se mantenga en su cargo en la cumbre del poder judicial del país.

Si hubiese sido un ministro, habría tenido que renunciar. Pero con el magistrado Escobar Araújo nadie se mete. No sólo siguió en su cargo, sino que ahora pretende que todos rectifiquemos y cambiemos la opinión que de él tenemos y que hemos expresado ibremente. Nos echa la culpa a los columnistas que hemos cuestionado su actuación, y dice que hemos lesionado su honra, su dignidad y su buen nombre. Tengo una opinión diferente: creo que quien lesionó su honra, su dignidad y su buen nombre fue él mismo, al trabar amistad con ese personaje que luego fue detenido por lavado de activos y narcotráfico, y al no abandonar su cargo cuando esa relación quedó en evidencia.

Nunca dije que esos nexos implicaran un delito. Pero hay temas de dignidad, señor magistrado. La misma dignidad que usted dice defender al meternos una tutela la ha debido usted proteger actuando como debe actuar un magistrado de la República. Si usted recibió los zapatos bajo el supuesto de que Giorgio Sale era un ser impecable, un angelito, vale, le creo. Pero a mí me parece -es mi opinión, ejercida con la libertad que le corresponde ejercerla al columnista- que ha debido dejar su cargo. Eso habría sido lo digno. Dije en esa columna que el caso me daba náuseas. Y ahí no hay nada que hacer. Esa ni siquiera es una opinión mía. Es una opinión de mi sistema digestivo.

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