Uriel Ortiz Soto
El Espectador, Bogotá
Noviembre 26 de 2009
Siempre se ha dicho que el silencio es más elocuente que la palabra, y que la prudencia la mejor arma de combate para desarmar los espíritus belicosos de quienes pelean a la sombra de sus delirios de grandeza. No existe peor derrota para una persona, que el silencio a sus provocaciones por parte de quienes cree, son sus enemigos sin realmente serlo.
Indudablemente, en el campo de la prudencia y la cordura frente a los constantes insultos de Chávez, los colombianos debemos apoyar desde cualquier orilla en que nos encontremos a nuestro presidente, que en medio de su parquedad se ha limitado a no responderlos, optando por colocar tan delicada situación en conocimiento de los organismos internacionales encargados de dirimir los conflictos que se presentan entre países afiliados.
Precisamente, la iracundia de Chávez, radica, en ver que sus propias provocaciones siempre caen en el vacío, desenmascarándose como un gobernante incómodo y pendenciero, como así se lo están manifestando sus gobernados y la mayor parte de países amigos. Todo el mundo ha presenciado las continuas provocaciones, insultos y amenazas, que en las últimas semanas ha hecho reiteradamente contra Colombia y los Estados Unidos, en forma delirante y altanera, sin que haya podido explicar a sus propios colaboradores, cual la razón de sus desvaríos cambiantes y ambivalentes en cuestión de horas.
Afortunadamente para Colombia, Hugo Chávez, ya empezó a perder la guerra sin aún dispararnos el primer tiro. Los Venezolanos, en un 98% están a nuestro favor, y no aceptan los ultrajes verbales que contra su País hermano, viene haciendo injustificadamente su presidente desde hace ya bastante tiempo. La voladura de los puentes en la región fronteriza le ha dado la vuelta al mundo y su popularidad todos los días cae, con los serios agravantes del fantasma de la recesión económica que está rondando todos los estamentos de la producción y la vida nacional.
Yo diría que lo de las bases militares de los Estados Unidos en Colombia, es apenas un sofisma de distracción. La situación Colombo- Venezolana, viene agravándose desde los inicios de su gobierno con la tan cacareada revolución Bolivariana,- que en Colombia nadie le ha parado bolas-, y fue desde entonces cuando empezó su retaliación colocando cortapisas al comercio fronterizo. Este fenómeno se ha acrecentado en tal forma que prácticamente la frontera está cerrada y los convenios comerciales existentes, paralizados,- así se haya retirado de la Can-; solamente su desmonte comercial tiene vigencia a partir del año 2012.
Lo peor para Venezuela, está por venir, el comercio colombo - venezolano es natural e insustituible, no se ha construido y desarrollado a través de gobernante alguno; se ha venido generando en forma práctica de conformidad con la oferta y la demanda de los productos de ambas partes. Las Cámaras de Comercio Binacionales, tienen la palabra. Como consecuencia de las medidas represivas de Chávez, los hermanos Venezolanos están padeciendo el desabastecimiento de productos de la canasta familiar que a través de siglos se ha venido surtiendo de Colombia en forma más económica y con una logística práctica y oportuna que no admite discusión entre el público consumidor.
Todo indica que esto sumado al racionamiento de los más esenciales servicios públicos de agua y energía, más la ola de inseguridad que se está viviendo en las áreas urbanas y rurales, el pueblo de Venezuela está entrando en un proceso de desesperación y protesta, que cuando el termómetro del descontento llegue al máximo grado de temperatura, va a ser muy difícil que las Fuerzas Armadas y sus inmediatos colaboradores, continúen leales a las locuras y bufonadas de un gobernante que solo amenaza ruina y destrucción por doquier.
Soy de los que opina que Colombia, no tiene interlocutor en el gobierno de Chávez, sencillamente porque es persona desubicada mental y emocionalmente. Posee una doble faceta de personalidad. Cuando ha visitado nuestro País, se le ha recibido con bombos y platillos; para luego despedirse en forma generosa dejando varios proyectos de cooperación firmados, pero, a los pocos días continúa con sus diatribas e insultos pidiendo a sus colaboradores su desmonte inmediato.
Desde luego que el diálogo es el camino más acertado para limar asperezas y colocar las cartas sobre la mesa. Pero, es que el presidente Chávez, nos está declarando una guerra de la cual nosotros no somos ni sus artífices, ni sus provocadores. Diría más bien, que es mejor dejar que transcurran los días. Las rabietas de Chávez finalmente serán acalladas por sus propios gobernados, ya que los Venezolanos tienen claro en su alma y en su conciencia lo que deben hacer para rescatar a su país del atolladero en que se encuentra, con u n gobernante con desequilibrios mentales, lenguaraz y grosero.
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