Hernán González Rodríguez
El Colombiano, Medellín
Noviembre 24 de 2009
El ex ministro de Hacienda, señor Rodrigo Botero, el padre de los “Chicago Boys” en Colombia, se ha apresurado a censurar toda propuesta para tratar de aliviar en algo el dólar barato o depreciado, el mismo que está poniendo en jaque a todas las economías del mundo.
Considera Botero que “El manejo macroeconómico colombiano incluye tres elementos centrales: una política monetaria de inflación objetivo a cargo de un banco central independiente; una tasa de cambio fluctuante y libertad para el ingreso y la salida de capitales… Los inversionistas internacionales valoran su funcionamiento por su semejanza con el de las naciones desarrolladas, por ser predecible y por ser compatible con la inserción del país en la economía internacional”.
¿Cuál predecible? Nada más impredecible y caprichoso que la volatilidad de nuestra tasa de cambio, la cual les imposibilita a los empresarios colombianos conservar, desarrollar y fundar nuevas empresas. Quienes hace años no viven por acá, parecen ignorar que en los caprichos inexplicables de nuestra tasa de cambio inciden los especuladores, los chávez, los correas, los dólares que se importan en contenedores, el contrabando y las sobre y subfacturaciones.
Un dólar por debajo de los $2.200 implica recibir tan pocos pesos colombianos por cada dólar exportado que casi nadie exportará. Un dólar exageradamente barato sirve para importar y vender productos extranjeros a precios inferiores a los nacionales. La consecuencia de ambos efectos es el desempleo, el cual podría abrirle las puertas a un gobierno de izquierda radical en Colombia en aras de ciertos fundamentalismos económicos.
El autor de esta nota considera que, por lo general, las medidas de las autoridades monetarias colombianas son tímidas y tardías. Pero en las circunstancias actuales, debemos aplaudirles que traten de suspender sus endeudamientos en dólares, que suspendan temporalmente los aranceles sobre bienes que no se producen en el país y que ojalá ensayen pronto comprar dólares baratos en el mercado, conservando la tasa de cambio fluctuante. La inflación no es amenaza hoy y el fin de año requiere liquidez.
No acepto el argumento de que los gobiernos de los países ricos no intervienen sus economías en forma afrentosa para los países pobres. Las reducciones de sus tasas de interés a niveles cercanos al cero por ciento en los Estados Unidos, Europa, Japón… y sus cuantiosas inyecciones o emisiones de dinero para evitar una recesión en sus economías distorsionan las economías de los pobres, al tiempo que incrementan las exportaciones de algunos de ellos. Las devaluaciones cercanas al 50 por ciento, tanto del yuan chino como del dólar estadounidense, respecto de casi todas las monedas del mundo entrañan una negación absoluta de las competencias leales.
En economía no existen medidas perfectas. Toda medida conlleva efectos positivos y negativos. Así como en las medicinas no las hay sin contraindicaciones, su clave estriba en recetar aquellas con la mayor relación entre beneficios y costos. Pero algunos economistas se especializan en invocar tan solo las contraindicaciones contra todo lo que podría aliviar los males. Los colombianos y sus autoridades monetarias tienen derecho a probar soluciones sin necesidad de abdicar a ciertos principios básicos de la economía.
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