Ernesto Rodríguez Medina
El Nuevo Siglo, Bogotá
Noviembre 28 de 2009
En este vecindario editorial, el gran jurista y amigo Rafael Nieto Navia se dolía la semana pasada de cómo Colombia nunca supo reclamar sus aspiraciones sobre ese valioso recurso espacial que es la órbita geoestacionaria “por cuenta de sostener una tesis ambiciosa y demagógica, pero tonta, en vez de defender nuestro derecho a la explotación y cobrar por él”. En verdad, doctor Rafael, Colombia en la ONU, en 1975, reivindicó su soberanía sobre el segmento de la GEO correspondiente al espacio suprayacente de su territorio y varios países ecuatoriales le acompañaron en su alegato, hecho por Indalecio Liévano Aguirre como Canciller. Este ámbito espacial venía siendo expoliado por las grandes potencias desde su descubrimiento por Arthur Clark, bajo la premisa aceptada por la UIT de “first come, first servido” (primer llegado, primer servido).
En verdad, tratar de mutar el monopolio de las grandes potencias por uno ecuatorial no sólo era inviable sino insensato. Por eso el mismo Liévano Aguirre, siendo Embajador en la ONU, propició un cambio en nuestra demanda y fue así como a partir de esa fecha nos empeñamos en hacer aprobar una regulación sui generis que buscaba preservar el recurso órbita/espectro teniendo en cuenta las necesidades de los países en desarrollo y los derechos de los ecuatoriales, garantizando su acceso preferencial a respectivos segmentos (A/AC.105/C.2:ONU). Fue tan exitoso el cambio que se creó un Grupo de Trabajo y se llegó a presentar un proyecto de principios (A/AC.l05/C.2/L147.1984. ONU).
Pero pudo más la miopía de nuestras cancillerías y, como lo recordamos en la revista de temas constitucionales Elementos de Juicio (julio.2006), al iniciarse este milenio “los países ecuatoriales perdieron todo lo tan arduamente conquistado en el campo jurídico, al permitir el traslado de la agenda reguladora del Copuos a la parcializada UIT y consentir con la desaparición del Grupo de Trabajo, sobre el acceso equitativo”. El debate volvió a tornarse retórico y se volvieron a extraviar nuestras justas aspiraciones. A pesar del “exabrupto constitucional” que consagra nuestra “manida soberanía” al mejor estilo boliviano de su puerto virtual sobre el océano, la GEO no ha vuelto a ser prioritaria en las agendas ecuatoriales.
Hoy es más necesario que nunca, dado el exponencial desarrollo de las nuevas tecnologías de la Información y las Comunicaciones, TIC, porque desde los satélites geoestacionarios de las grandes potencias se está violando flagrantemente “la soberanía informativa”, al transculturizar nuestras identidades nacionales y monitorear clandestinamente nuestros recursos naturales ya que, en la misma ONU, no se han podido regular equitativamente las emisiones de DBS y de teleobservación, al no haberse podido protocolizar un necesario y previo consentimiento de los países receptores y teleespiados. Como puede apreciarlo, mi querido doctor Nieto, las cosas son mucho más graves de lo que usted se imagina.
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