Maria Eugenia Correa Olarte
El Nuevo Siglo, Bogotá
Noviembre 26 de 2009
A propósito de los exámenes Ecaes, que en breve deben presentar los estudiantes de todos los programas de pregrado de la educación superior, quiero comentar aspectos que considero de importancia. En primer lugar, a pesar de las críticas que pueda generar una evaluación de este tipo, no menos cierto es que ella permite tener una información de primera mano que se debe usar de acuerdo con los criterios de la evaluación: identificar fortalezas y debilidades de los procesos. Esta evidencia es de gran valor para los involucrados.
En segundo lugar permite identificar avances y cambios del estado de las disciplinas en el país, frente a los estándares internacionales que hacen parte de las clasificaciones de las instituciones en el nivel orbital, continental y regional, lo que lleva a establecer puntos de referencia respecto de la producción y generación del conocimiento.
Independientemente del fastidio de este tipo de comparaciones, tampoco se puede desconocer la incidencia de los resultados en relación con los procesos de investigación, docencia y extensión que facultan a las instituciones de educación superior para mostrar al mundo académico y científico los alcances de sus procesos.
En tercer lugar debe generar una acción reflexiva en cuanto a la pertinencia del conocimiento que está circulando por las aulas universitarias, calidad del mismo, innovaciones y aplicaciones locales y regionales en función del progreso y desarrollo, el aporte de la academia a la solución de problemas, el cada día más necesario acercamiento entre la teoría y la realidad, el tipo de técnico, tecnólogo y profesional universitario que está egresando en lo que toca con sus habilidades, destrezas, saberes y conocimientos, el perfil profesional esperado por la sociedad y la empresa, con el propósito de implementar planes y proyectos que contribuyan a la mejora en los aspectos mencionados.
En cuarto lugar establecer la relación coherente entre los propósitos de la educación superior vigentes en el marco jurídico y el plan nacional de educación, con la práctica real inserta en las aulas y los tres apartados anteriores, como una síntesis fundamental para replantear los resultados esperados, y obtener una radiografía puntual del estado actual de la educación superior.
En otras palabras, si estas pruebas no son utilizadas como un diagnóstico que reconoce el nivel de adquisición, dominio y uso del conocimiento, para identificar los síntomas de anquilosamiento, estatismo o mejoría de los procesos, pierden su verdadero valor.
Toda evaluación debe proyectar elementos de juicio para corregir yerros y prospectar enfoques dirigidos a dar nuevas rutas a las prácticas académicas en función de la construcción de competencias, entendidas estas como aquello que hace integralmente idónea a una persona en el campo en que se forma.
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