El Mundo, Medellín
Noviembre 29 de 2009
La semana que culmina deja un sabor agridulce en lo que respecta a nuestras relaciones internacionales. El gobierno nacional había publicado en su web el texto del Tratado de la bases militares con USA y cerró, de esta manera, cualquier especulación razonable en torno a este vital tema. Por eso, en Unasur, Brasil y Chile han encontrado satisfactorias las explicaciones y garantías que Colombia presentó respecto al Tratado para el uso de las siete bases colombianas por las fuerzas armadas norteamericanas con el objetivo de combatir el narcotráfico y el terrorismo. Sólo la delegación venezolana continuó con su consabida diatriba, más de consumo interno, con el objeto de crear las condiciones sicológicas, ya sea para una posible agresión o para concitar el nacionalismo irracional, como en otra columna señalé.
Pero queda un mal sabor en la boca. Las agresiones verbales crecientes por parte de las autoridades venezolanas, apenas si han suscitado alguna condena en el subcontinente: una declaración tibia del secretario general de la OEA, tal insulsa como su apellido. Los vecinos, nada, salvo el presidente de Paraguay. La posición de Brasil, es ambivalente: anuncia la aceptación de las explicaciones colombianas, pero no condena la actitud venezolana. Lula, jugando a presidente de una superpotencia y pensando en el mercado venezolano, cree que es útil callar, cuando en realidad, al hacerlo pierde liderazgo, pillado en su propia trampa (como el gobierno venezolano) de exigirnos la publicación de nuestro Acuerdo con USA, pero negándose a mostrar el suyo con Francia (así como Venezuela no lo hace con los pactos firmados con Rusia e Irán). La de Chile, también, igualmente, en razón del petróleo y el mercado venezolano. Esto para no hablar de Bolivia, Argentina o Nicaragua, esclavos del dinero y el petróleo de Chávez.
Insisto en que hay que evaluar la permanencia en Unasur, por las pretensiones que tiene de intervenir en Colombia. Pero creo que es pertinente esperar la realización de las próximas elecciones en algunos de los países de esa organización, para evaluar la nueva composición de las tendencias políticas. Si la domina el chavismo, deberíamos irnos.
La Unión Europea, tan despistada como siempre, tal como resaltó el editorial de EL MUNDO, en el que se pronunció sobre ese tema. No es posible que la agresión venezolana se convierta, por arte de magia en un llamado de atención a los dos gobiernos para que moderen el lenguaje y dialoguen, como si Colombia estuviese insultando al presidente Chávez, amenazando con una guerra a ese país, volando puentes artesanales, que históricamente han comunicado a las poblaciones fronterizas, festejando la llegada de cientos de tanques de guerra, estableciendo misiles que apuntan a nuestro territorio, comprando aviones de combate que en 15 minutos pueden atacar a Bogotá, Medellín o Cali o negándose a investigar la muerte de colombianos en ese territorio, acusándolos de paramilitares o armando un millón de paramilitares bolivarianos.
Pero esas son las relaciones internacionales: el petróleo y otros negocios aconsejan a la UE que no condene con fuerza tales actos. Se les olvidó lo que pasó con Hitler, apaciguándolo y, además están a miles de kilómetros de Colombia, que no es una prioridad para ellos. Pero francamente, sería mejor que callaran a realizar tales declaraciones. Pierden todo tipo de autoridad moral, aunque ésta, por supuesto, no tiene ningún valor en la política internacional que practican, a pesar de su supuesto interés en la paz y los derechos humanos.
Sin embargo, lo más preocupante es la actitud de USA. Obama no practica la política de los neoconservadores de privilegiar sus alianzas con los países democráticos. Ya lo demostró en su viaje a China, en la que no se pronunció frente a la violación sistemática de los derechos humanos en ese país. Estados Unidos es un mal aliado, desde siempre. Basta leer la suma de traiciones que a lo largo del tiempo han cometido. Pero ahora el asunto es grave. A nosotros no nos firman un TLC con la disculpa, claramente rebatida, de que se persigue al sindicalismo, pero no importa si China lo hace a gran escala con su pueblo.
El petróleo venezolano es muy importante, al menos mientras pueden cambiar de proveedor principal. Para ellos, nosotros no somos unos aliados respetables. Nos conciben como un país problema; tienen retaliaciones por la alianza de Colombia con Bush, y si firmaron el Tratado de las Bases, sospecho que, finalmente podrían renunciar a éste porque tienen cubiertos el frente norte con Venezuela, por lo que el occidental, siendo importante, puede ser no tan estratégico. Estas consideraciones explicarían que en lugar de ser parte de la causa colombiana, nos utilicen y se presenten como mediadores. Es increíble.
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