Editorial
El Mundo, Medellín
Noviembre 26 de 2009
No es verdad que el Gobierno haya puesto obstáculos a las liberaciones y ‘Cano’ y ‘Jojoy’ lo saben tan bien como sus conmilitones.
Desde abril del presente año las Farc anunciaron su intención de liberar de manera unilateral al cabo Pablo Emilio Moncayo, secuestrado el 21 de diciembre de 1997 en Pastacoy, Nariño; igual promesa hicieron el 2 de junio, en carta enviada al padre del soldado Josué Daniel Calvo, en su poder desde el 20 de abril pasado, al igual que se comprometieron a entregar los restos del capitán de la Policía Julián Guevara, muerto en cautiverio desde el 2006, tras ocho años de secuestro. La pregunta que se hacen los colombianos es ¿por qué después de tantos meses no han procedido a liberar a los dos militares y a entregar los despojos del oficial de la Policía que tantas veces le han prometido a su familia? El argumento que esgrimen sus voceros y estafetas, con claro aprovechamiento político, y que secunda en su justificada desesperación el profesor Moncayo, es que el Gobierno en lugar de rodear de garantías el operativo se ha dedicado a poner obstáculos al proceso.
Eso no es verdad y los comandantes ‘Cano’ y ‘Jojoy’ lo saben tan bien como sus conmilitones. El Gobierno, dentro del marco de la Constitución y la Ley, siempre se ha mostrado dispuesto a facilitar las entregas, cediendo incluso en los llamados ‘inamovibles’. El 14 de noviembre pasado, ante la presión de las familias y de algunos sectores de opinión, el presidente Uribe aceptó nuevamente la participación de la senadora Piedad Córdoba en esa entrega, lo mismo que la actuación de la Cruz Roja y de la Iglesia Católica. En el penúltimo comunicado, del 19 de septiembre, el alto comisionado para la Paz, Frank Pearl, había anunciado que se aceptaban entregas parciales de secuestrados, pero que previamente el Gobierno debía obtener de las Farc “una garantía” de que los iba a liberar a todos. Pero el martes se retiró esa condición y así lo hizo saber al Comité Internacional de la Cruz Roja y a la Iglesia Católica para que, junto a la senadora Córdoba, hicieran los contactos para avanzar en la parte operativa de las entregas de Moncayo y Calvo. El propio monseñor Juan Vicente Córdoba, secretario general de la Conferencia Episcopal, confirmó que había recibido la garantía del Gobierno de que no habría condicionamiento.
El problema es que, aparte del autismo y la insensibilidad criminal de los terroristas, para quienes los secuestrados no tienen más valor que el de una mercancía de intercambio, ya muy desvalorizada por cierto desde la exitosa ‘Operación Jaque’, lo que hay detrás de su estrategia de “liberaciones a cuentagotas” y de la prolongada demora en cumplir esas promesas, es aprovechar al máximo la exposición mediática nacional e internacional, sobre todo esta última, para sus fines propagandísticos y de recuperación de imagen.
En últimas, tras el show de las liberaciones está la doble pretensión de relanzar lo que ellos llaman “canje de prisioneros por guerrilleros presos” o “intercambio o acuerdo humanitario”, en el lenguaje de las Ong, y conseguir un remoto reconocimiento como “fuerza beligerante”, vieja aspiración que no se compadece con sus crímenes de lesa humanidad, como el reciente atentado en Nariño contra inocentes pasajeros de un bus que, a instancias de muchos colombianos, fue oportunamente condenado y repudiado por la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos en Colombia y por la OEA, a través de su Secretario General, el señor Insulza.
A propósito del vapuleado ‘canje’, se ve claro el propósito de reencaucharlo con este espectáculo. En el llamado ‘Primer Encuentro Nacional e Internacional por el Acuerdo Humanitario y la Paz’, realizado en Cali, en que participó la senadora Piedad Córdoba, se conoció una carta, atribuida al comandante ‘Alfonso Cano’, en la que vuelven sobre el tema: “Hemos dado muestras inequívocas de disposición para acordar unas reglas de juego”, dice la carta y asegura que una demostración de esa disposición es la intención de liberar a Moncayo, Calvo y entregar los restos del mayor Guevara. Y concluye cínicamente con esta mentirosa afirmación: “Lo único que debe hacer el gobierno por ellos es autorizar que los recojan. Son personas al servicio del Estado, pero el presidente no ha querido”.
Los colombianos sabemos muy bien a quién creerle, pues está demostrado que son ellos los que “le maman gallo a la opinión pública”, como dijo en días pasados del Presidente la señora Piedad. Por lo pronto, la pelota está del lado de las Farc, de los comandantes ‘Cano’ y ‘Jojoy’ y de su activa intermediaria, quienes, si no quieren quedar en ridículo ante la faz del mundo, deben proceder de inmediato a la entrega de los dos secuestrados y de los restos del capitán Guevara.
***
Fe de erratas: Por un lamentable error que nos obliga a ofrecer disculpas a nuestros lectores, el Editorial de ayer, sobre el pronunciamiento de la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores, se nos fue trunco. Para mayor claridad, reproducimos íntegro el último párrafo:
No hay comentarios:
Publicar un comentario