Por José Félix Lafaurie Rivera
EL Nuevo Siglo, Bogotá
Noviembre 24 de 2009
SI me preguntan por el demoledor periplo de la confrontación con Venezuela, me atrevería a decir que detrás de los episodios que convirtieron la frontera en polvorín, está la diatriba del Socialismo del Siglo XXI y su grito de guerra: “patria, socialismo o muerte”. Estrategia que, desde el Foro de Sao Paulo, ha pretendido cundir América Latina con un proyecto de izquierda, del que muchos hablan, pero pocos conocen. Una estrategia -fraguada inclusive con grupos terroristas- que hoy resulta conveniente al régimen personalista de Chávez, para tender una cortina sobre la andanada de errores, que sepultaron una década de crecimiento en Venezuela.
Son claras para colombianos, venezolanos y la comunidad internacional, las intenciones guerreristas de Chávez. De él y no de 20 millones de venezolanos y 2 ó 3 millones de colombianos, “chamos” por adopción.
Lo demuestra su reiterado discurso amenazante, su afán por alimentar arsenales -desde mucho antes de la disputa por la presencia de EE.UU. en bases colombianas o del incidente con Ecuador-, su alianza con regímenes proscritos y su peligrosa carrera por elevar a rango militar sus milicias bolivarianas de ciudadanos rasos.
Fue la lectura que hicieron Brasil y Paraguay sobre la fragilidad generada por Chávez en la subregión y que condicionó la entrada de Venezuela al Mercosur. Una lectura que habla del inadmisible uso de armas, para zanjar disensos en el mundo de hoy, pero que Chávez instiga con mensajes y actos de agresión. No sólo por la ambición de un febril ideario geopolítico, que torpedea la integración y avanza al son del intervencionismo y el imperialismo. Los mismos que critica en su ambiguo discurso, que un día es de guerra y otro de paz. Sino porque ha visto florecer la autocrítica en la enjundia del Partido Socialista Unido de Venezuela, el inconformismo del Ejército y la desilusión del pueblo.
Mientras Chávez dilapida los petrodólares, el pueblo venezolano tiene que conformarse con verlo en las cadenas nacionales, para recibir su adiestramiento doctrinario y recordar con anestésico -en medio de canciones de cuna y carcajadas- que no tiene agua ni energía y que las 54 medidas que se tomaron en octubre, tampoco bajaron la inflación.
Pero como el que reza y peca empata, prefiere no hablar del hueco en las finanzas públicas, la mengua del aparato productivo y el recaudo o la desaceleración económica. Tampoco, que gasta a manos llenas las reservas internacionales y que su gasto fiscal está financiado con un agresivo endeudamiento público.
Anuncia el interés de Pdvsa por una nueva emisión de bonos, sin explicar que está ilíquida y no tiene para pagar proveedores o el mantenimiento de sus plantas y que será cuestión de tiempo importar gasolina.
No le dimos motivos a Chávez. Los ha tomado de su situación interna. Su ecuación de “defensa nacional” contra el imperialismo yankee, pasa por anunciarle una guerra a Colombia, so pretexto de las bases, aunque los equilibrios no le sumen. La disuasión parece ser la estrategia en adelante, una tarea en la que puede ayudar el convenio con EE.UU. La razón política y moral está con Colombia. Sólo esperamos que el presidente Chávez admita un diálogo directo y honesto, dentro de las normas diplomáticas y los canales civilizados.
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