Editorial
El Colombiano, Medellín
Noviembre 27 de 2009
Lo que Colombia no haga por sí misma difícilmente lo harán otros. Ante las múltiples amenazas de Hugo Chávez, es evidente la indiferencia, o en el mejor de los casos, la tímida voz de solidaridad de quienes dicen ser nuestros aliados. La Comisión de Relaciones Exteriores, citada a una reunión el pasado lunes 23 con el fin de conocer el informe de Política Exterior, se vio obligada a pronunciarse sobre las agresiones del gobierno venezolano. Apoyó al Presidente Uribe y expresó su extrañeza no sólo por el silencio de los vecinos, sino "frente al embargo económico que Venezuela practica contra Colombia".
Pero extraña y duele aún más que colombianos que han ejercido la más alta dignidad del Estado inventen disculpas o les den la razón a los enemigos de Colombia, con tal de desprestigiar al Gobierno actual. Los ex presidentes Andrés Pastrana y Ernesto Samper deberían saber que, ante la delicada amenaza externa, tienen el compromiso ético de rodear al Presidente de la República, sea quien sea, ya que simboliza la unidad nacional. La fragilidad a la que es sometida nuestra Nación exige grandeza. No, intereses personales; y menos, cálculos politiqueros.
Hemos estado de acuerdo con el uso de la diplomacia ante la ausencia del diálogo bilateral. Fue acertado presentar en la OEA y la ONU informes sobre las hostilidades venezolanas para que el mundo no se quede con las solas palabras de guerra de Chávez. Sin embargo, nos preocupa que esta estrategia no sea eficaz. Ninguna de las instituciones multilaterales ha dado su apoyo claro a Colombia. La OEA se quedó sin dientes, y su secretario general, José Miguel Insulza, carece de poder de negociación. La ONU, parece no querer comprometerse, pues considera que este tema es de competencia de la OEA. ¿En qué quedamos? Y mientras tanto, Colombia sigue condenada a la soledad y la indiferencia.
Nuestro país ingresó a Unasur convencido de que a través de coordinadas medidas estratégicas de defensa se pueden controlar las zonas porosas. Y también ingresó Venezuela. No obstante, Chávez desconoce esta iniciativa regional, y en vez de acudir a ella ante lo que considera una violación de sus derechos, prefiere volar puentes utilizados por la población civil. ¿Qué piensa Unasur? No lo sabemos, pues tampoco se ha pronunciado.
¿Qué pasa entonces con la vigencia del Derecho Internacional Público? ¿Para qué sirven los organismos multilaterales? ¿Sólo para realizar cumbres y expedir declaraciones inocuas?
¿Quién entonces se la jugará con Colombia? ¿Estados Unidos? No parece. El gobierno de Obama tuvo que romper su atronador silencio ante las quejas de nuestro país, y ofrecer su colaboración para buscar una solución pacífica. Pero, ¿cómo puede ser mediador, si es parte de la controversia? ¿Acaso no sabe que Chávez cita como pretexto para agredir a Colombia el acuerdo bilateral de cooperación militar? Washington debe salir a explicarle al mundo el alcance real del citado acuerdo: la colaboración en suelo colombiano de la lucha contra la multinacional del narcotráfico. Esta no puede ser una tarea exclusiva de nuestro país.
¿Será Brasil el aliado esperado? Ojalá, pero Chávez no aceptó la propuesta de Lula de crear una comisión de vigilancia fronteriza. Hay que insistir. Es conveniente asociarse con esta potencia regional, pues su Presidente entiende que la cooperación militar entre Estados Unidos y Colombia es vital para combatir el narcotráfico. El mandatario brasileño dice creer en el poder del diálogo. No en el de la fuerza bruta. Ojalá. Y valga la redundancia.
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