Editorial
El Nuevo Siglo, Bogotá
Noviembre 18 de 2009
Los ofrecimientos de Brasil y España, así como de otros países y entes multilaterales, para servir de mediadores o facilitadores de una distensión entre los gobiernos de Colombia y Venezuela, están motivados por la mejor de las intenciones, pero tienen que someterse previamente a una disposición inicial de Bogotá y Caracas. De lo contrario, lejos de ayudar a buscar puntos de disminución de las reservas y desconfianzas entre los presidentes Álvaro Uribe y Hugo Chávez, terminarán profundizando los desencuentros y atizando las polémicas, algo muy peligroso conociendo el carácter explosivo e impredecible del mandatario venezolano, que ha llegado al punto de amenazar con la posibilidad de una “guerra”, aunque después se desdijo, presionado abiertamente por el efecto que sus palabras tuvieron en el Congreso brasileño que lleva meses analizando si es viable que Venezuela pueda entrar como socio pleno al Mercosur.
Nadie niega el peso específico que los gobiernos de Lula Da Silva y Rodríguez Zapatero pueden llegar a tener en el análisis de mecanismos de distensión entre Bogotá y Caracas, pero la forma desordenada en que sectores ibéricos y brasileños quieren activar la mediación y proponer eventuales verificaciones de la situación en la frontera, puede terminar siendo contraproducente.
La historia reciente ha demostrado que las labores de mediación o facilitación en medio de conflictos políticos, sociales y económicos, tienden a ser más efectivas cuando las partes enfrentadas las sugieren unilateralmente o admiten, así sea bajo fuertes condicionamientos. Sin embargo, cuando esas instancias de distensión se activan sin que exista ese guiño previo, poca es su utilidad y resultado tangible. Las delegaciones que esos terceros países o instancias envíen en lo único que se convierten es en receptáculos de múltiples quejas y reclamos, en donde tanto Colombia como Venezuela se dedicarán a sustentar al máximo sus posturas y tratar de quitarle piso a la contraria.
Con base en lo anterior, los gobiernos de España y Brasil deberían, antes de hacer anuncios públicos, buscar discretamente contactos diplomáticos al más alto nivel con las administraciones Uribe y Chávez, y con base en las respuestas obtenidas de éstos, proceder.
Además, lo peor que le puede pasar al clima crítico entre los gobiernos de Colombia y Venezuela sería sumarle polémicas que no tienen relación con el caso. Por ejemplo, ya en nuestro país hay muchos sectores que ven con cierta desconfianza que España y Brasil, países que tienen multimillonarios negocios con la administración Chávez, sean precisamente los que ahora se ofrezcan para mediar entre Bogotá y Caracas. ¿Hasta qué punto los gobiernos Lula y Rodríguez Zapatero arriesgarán las rentables relaciones comerciales con Caracas, a sabiendas de que Chávez asume posturas macartistas y cualquier decisión contraria a su parecer la toma como un ataque personal y una conjura contra la ‘revolución bolivariana’?
De otro lado, es claro que internacionalizar aún más la crisis entre
Los presidentes Uribe y Chávez podrían coincidir en las próximas dos semanas en dos cumbres claves. La primera será en Manaos (Brasil), en donde se reúnen los países de la cuenca amazónica. La segunda, en Lisboa (Portugal), en el marco del cónclave de naciones iberoamericanas. Hasta el momento no se ha confirmado la asistencia de los dos mandatarios, pero lo que es seguro que la crisis colombo-venezolana será tema central en ambos foros. Por lo mismo es urgente que cualquier intención de mediación o facilitación internacional se aterrice antes de esos eventos, con el fin de que en los mismos se hable más de las posibles soluciones antes que redundar sobre los orígenes de los roces binacionales y el escenario termine tomado por las ráfagas discursivas y ofensivas del mandatario venezolano, y la respuesta cautelosa y diplomática del gobierno colombiano.
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