Vicente Torrijos
El Nuevo Siglo, Bogotá
Noviembre 10 de 2009
‘BATERAGUNE’ es una palabra del euskera, la lengua vasca, que significa ‘todos juntos’.
Pero también es el nombre que, según la ETA, debía identificar de ahora en adelante a su brazo político para tratar de influir significativamente en las elecciones municipales de 2011.
Unas elecciones clave, en términos nacionalistas, por cuanto la izquierda ‘abertzale’ (patrioterista) del País Vasco ha venido perdiendo la fuerza e influencia que tuvo durante los noventa cuando llegó, incluso, a promover una especie de asamblea constituyente de naturaleza local titulada ‘udalbiltza’, encargada de agitar la convivencia para generar una “base social de paz” aglutinante y arrolladora.
A los que vivimos enamorados de Euskadi, de su belleza natural, su cocina, su espontánea hospitalidad, y, cómo no, su exuberancia ideológica, nos sorprendía, hasta hace poco, la versatilidad política de ETA y la pasividad estatal que permitía, con pasmoso inmovilismo, que el nacionalismo leninista se apoderara de la sociedad vasca sumiéndola cotidianamente en el terror, la desconfianza y el chantaje (soberanista, independentista y auto-determinador).
Bateragune, entonces, era la mejor idea concebida por la cúpula de la banda armada para recobrar la iniciativa política y tratar de liderar al nacionalismo (en su conjunto), sensiblemente afectado tras la derrota electoral reciente que llevó al poder al socialismo democrático.
Pero ya sin miedo, plantando cara, y dispuestas a dar batalla contra la revuelta callejera, la extorsión a las empresas, la intimidación en la cátedra, la permeabilidad fronteriza, y el control de los medios estatales de comunicación regional, tanto las fuerzas políticas que abominan la violencia, como los ciudadanos de bien, han resuelto ponerle fin a los tentáculos sociales y políticos que le daban aliento a las acciones terroristas.
Bajo el rótulo inspirador de la ‘Revolución de la Normalidad’, el nuevo presidente vasco, Francisco López, ha encabezado la recuperación de las libertades y la defensa del sistema democrático recobrando la estructura simbólica del poder (banderas, lemas, espacio público) y acompañando a la administración de justicia en la tarea de encarcelar a todo apologista del terror.
Con el apoyo decidido del presidente Sarkozy, a quien tampoco le tiembla el pulso para ordenarle a la policía que capture hasta el último etarra en territorio francés, la depuración ha comenzado, las fachadas partidistas se desmoronan y el terrorismo está siendo desenmascarado sin contemplación alguna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario