domingo, 15 de noviembre de 2009

Chávez recula

Rafael Nieto Loaiza

El País, Cali

Noviembre 15 de 2009


Después de 20 meses de ruptura tras el bombardeo a ‘Raúl Reyes’, el nombramiento de encargados de negocios de Colombia y Ecuador significa que han restablecido sus relaciones diplomáticas.

La reanudación se produce bajo el impulso de un arduo esfuerzo de facilitación de la OEA, el Centro Carter y el Grupo Bilateral de Diálogo auspiciado por el ex Presidente norteamericano. Es un mérito que debe reconocerse.

No creo que, sin embargo, estos trabajos diplomáticos, o la buena química entre los cancilleres, hayan sido decisivos para que los dos gobiernos dejaran atrás sus diferencias y alcanzaran los acuerdos necesarios para reiniciar sus relaciones. Ayudaron, por supuesto, pero no explican que el proceso se haya destrabado. De hecho, no sobra recordarlo, al menos tres veces en los meses pasados se creyó que los dos países habían entrado en una senda que los conduciría al restablecimiento de relaciones y en todas esas ocasiones las expectativas se frustraron a pesar de las gestiones de los facilitadores.

¿La razón? No había condiciones objetivas para la reanudación. A Correa le resultaba políticamente más rentable continuar con la ruptura y con los discursos insultantes contra Uribe. El costo que pagaba era bajo y los beneficios de su posición más que suficientes para compensarlo. ¿Qué cambió? Una combinación de factores externos e internos: por un lado, la crisis económica global, que golpeó duramente a un Ecuador dolarizado, sin margen para una política monetaria y dependiente del precio del petróleo; por el otro, el impacto nacional e internacional de distintas pruebas que mostraban, entre otros hechos desfavorables a Correa, las cercanas relaciones en territorio ecuatoriano entre las Farc y Gustavo Larrea, su principal ministro. Las pruebas confirmaban una y otra vez que el computador de Reyes decía la verdad. Y dejaban en situación comprometida al Presidente ecuatoriano.

El punto es que los esfuerzos diplomáticos son condición necesaria, pero la mayoría de las veces no suficiente para que las relaciones entre dos países sean buenas y constructivas. Las relaciones diplomáticas suelen reflejar las condiciones objetivas y sólo excepcionalmente las transforman.

Por eso no soy optimista de las labores dirigidas a resolver las tensiones entre Venezuela y Colombia. Si bien a nosotros nos interesa que ello ocurra, no sucede lo mismo con Chávez. Su proyecto geoestratégico es radicalmente contrario al nuestro. Colombia es la piedra en el zapato de su política expansionista y mucho me temo que no descansará a hasta conseguir un gobierno aliado en Bogotá.

Con todo, la coyuntura favorece un enfriamiento del discurso. La caída en la popularidad del Teniente Coronel es pronunciada. Baja del 61% en el 2006 a 47% en la encuesta Gallup de hace un par de semanas. Para peor, la identificación con el ‘socialismo’ se redujo nueve puntos para caer al 34%. La gente se siente, y con razón, muy insegura. Venezuela es el segundo país con peores calificaciones entre los 67 en que se hace la encuesta. Los datos de otras firmas tampoco le son favorables. Datanálisis muestra que el 80% de los venezolanos no está de acuerdo con la manera en que Chávez conduce las relaciones con Colombia y se opone a la posibilidad de una guerra. Sumen los racionamientos de luz y agua. Y la suspensión en Brasil de su entrada a Mercosur por cuenta de su incontinencia verbal. Eso explica la reculada de los últimos días. Pero, no sobra recordarlo, no resuelve los desencuentros estructurales.

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