Editorial
El Mundo, Medellín
Noviembre 8 de 2009
Está empezando a tomar fuerza el punible y perverso ayuntamiento entre los carteles del narcotráfico y reductos de Sendero Luminoso.
Como en todas las grandes empresas de la humanidad, en la lucha contra las drogas unas son de cal y otras de arena. Así, mientras aumentan las voces de quienes promueven en el mundo la legalización de la producción y la despenalización del consumo, arguyendo que la política de la represión no ha tenido los resultados esperados, los partidarios de ésta última se empeñan al máximo en demostrar que sí está siendo eficaz y que los ingentes recursos invertidos en la batalla contra los carteles del narcotráfico están teniendo un impacto positivo en la reducción de ese flagelo.
La Embajada de los EEUU en Colombia divulgó el viernes un resumen del estudio anual del Gobierno de ese país sobre los cultivos de coca y la producción potencial de cocaína en el 2008, en el cual se muestra una caída significativa, tanto en el área cultivada como en las toneladas métricas de la droga producida en nuestro país. Advierte el estudio que las cifras anuales son el resultado de una evaluación técnica de cultivos de coca, tomada a partir de imágenes satelitales de las áreas conocidas de producción en Colombia. Esa observación revela que los cultivos se redujeron el año pasado en un 29%, al bajar de 167.000 hectáreas en 2007 a 119.000 en 2008, mientras que en ese mismo año “el potencial máximo de producción en Colombia se redujo fuertemente, al pasar de 485 toneladas métricas de cocaína pura a 295 toneladas métricas, lo cual representa una reducción del 39 por ciento”. Los autores del estudio estiman que esa caída en la producción, por segundo año consecutivo, ha sido “un factor principal en el aumento del precio y la reducción de la pureza de la cocaína encontrada en Estados Unidos”, donde, según informa El Tiempo, el precio de la cocaína pura se incrementó en un 77% de un año a otro, al pasar de un promedio de 99,48 dólares a US 176,14 el gramo.
El Gobierno debe darse por satisfecho, pues los autores del estudio atribuyen los progresos, fundamentalmente, a “la constante presión ejercida a través de la erradicación aérea y manual que se ha aplicado en las principales áreas de producción de coca en Colombia”. Nosotros, que vimos con cierto escepticismo el énfasis que se puso en la erradicación manual, sobre todo por el altísimo costo en vidas y recursos, cuando estaba demostrada la eficacia de la aspersión aérea de las plantaciones, tenemos que felicitar al Gobierno por haber logrado erradicar de esa manera 95.000 hectáreas, contra sólo 66.000 en el 2007, sobre todo porque mantuvo “altos niveles de erradicación aérea, la cual cubrió un total de 133.000 hectáreas”, según el estudio. Aparte de eso, se aplaude en éste la “mayor presencia del Estado y las fuerzas de seguridad en zonas específicas de producción de drogas” y “los operativos exitosos contra las organizaciones narcotraficantes”. Se dice, además, que “la violencia entre los narcotraficantes, así como razones económicas que afectaron las decisiones de siembra de los cultivadores, también fueron factores decisivos”.
A propósito de las razones económicas a que alude el estudio del Gobierno estadounidense, resulta interesante recordar lo que decía sobre ese mismo punto la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), en su informe del 19 de junio de este año, donde también daba un crédito al Gobierno y a las Fuerzas Armadas colombianas por sus éxitos en los programas de erradicación, tanto manual como por aspersión aérea de cultivos. Según la Unodc, “como resultado de las presiones del Gobierno, los campos de coca se han vuelto más dispersos y pequeños, y por eso, más difíciles de cuidar, lo que ha hecho disminuir la producción. El precio en la granja de la hoja de coca en Colombia está cayendo, haciéndola menos atractiva para los campesinos. En efecto, 20.000 familias menos cultivaron coca en 2008, en comparación con 2007 (una disminución del 26%)”.
Mientras que la reducción el año pasado en Colombia es alentadora, no se puede decir lo mismo de la situación en Perú y Bolivia, los otros dos productores andinos. El estudio de EEUU señala que en Perú la producción llegó a 215 toneladas métricas y en Bolivia, a 195, con incrementos del 4,5% y el 6%, respectivamente. Según la ONU, el Perú pasó de responder por el 29% de la producción mundial de cocaína en el 2007, al 36% el año pasado. Y lo más grave es que allá está empezando a tomar fuerza el punible y perverso ayuntamiento entre los carteles del narcotráfico y reductos del grupo terrorista Sendero Luminoso.
A diferencia de Colombia, en Perú y Bolivia hay comercio legal de la hoja de coca, pero eso no los exime de luchar contra la producción y exportación de cocaína, y esforzarse, tanto como Colombia, en producir resultados en la lucha contra los carteles. Sabemos del compromiso del Gobierno de Alan García en esa lucha, pero en el caso de Bolivia, la política del presidente Morales ha sido más bien ambigua, pues al tiempo que autoriza un incremento del área cultivada con destino, supuestamente, al consumo interno, el aumento de las exportaciones de cocaína lo desnudan como un gobierno que ha sido incapaz de evitar que la que ha sido una tradición ancestral de los pueblos indígenas, termine convertida en una rentable y criminal empresa para los narcotraficantes.
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