Editorial
El Colombiano, Medellín
Noviembre 9 de 2009
Cuando hace hoy veinte años cayó el Muro de Berlín casi todo el mundo supo que terminaba una época y empezaba otra de desarrollo y libertad. Casi todo el mundo, decimos, porque ahora comprobamos que algunos países, dirigentes y sectores de Latinoamérica no entendieron y siguen sin entender el significado. Todos estos despistados insisten en perpetuar o revivir el modelo soviético, llamándolo Socialismo del Siglo XXI y apelando al siempre incomprendido y manoseado Simón Bolívar, nuestro Libertador.
Pero el Muro de Berlín no cayó porque sí. Cayó porque los alemanes se rebelaron contra esta división arbitraria y forzada de una historia común que tenía el derecho a seguir siendo construida, aprendiendo de los errores y horrores de un pasado reciente que no estaban dispuestos a repetir.
La República Democrática Alemana, RDA, como se llamó el país comunista, tenía el sueño de resurgir de las cenizas de
Ellos fueron solidarios, como solidario fue y sigue siendo todo el pueblo, no sin sacrificios. Hubo unión. Y unidos, buscaron y encontraron el bien común dentro de una economía social de mercado, cuyo marco es la libertad y el desarrollo integral, sin excluyentes ni excluidos. Excelente que Alemania esté hoy celebrando de la mano de Ángela Merkel, una mujer del Este que vivió en carne propia el subdesarrollo de la RDA.
Pero como lo que pasa en un rincón del planeta repercute en otro, a veces con consecuencias indeseadas pero evidentes, en Colombia, el desplome de
Erradicar esas perversiones y enfrentar con diplomacia a unos vecinos que buscan su desarrollo en el fracasado modelo soviético, es el reto de Colombia. Este reto no es sólo del Gobierno sino de todos los habitantes de este país. Aquí hay muros de inequidad, exclusión, falta de oportunidades, desempleo y pobreza que hay que derribar. El pueblo alemán es un ejemplo.
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