domingo, 15 de noviembre de 2009

Injusticias sobre Palacio de Justicia

Rodrigo Pombo Cajiao

El Nuevo Siglo, Bogotá

Noviembre 15 de 2009



Desde hace 24 años cualquier mes de noviembre es propicio para contribuir con la confusión y la desesperanza. Es el mes en el que el terrorismo se pone de moda a costa de toda una nación que tiene que soportar las inclemencias de un periodismo desinformado y muy interesado en las resultas de un juicio histórico sobre el Holocausto del Palacio de Justicia.


Los terroristas ven con jolgorio y alegría cómo se enjuician y torturan las cabezas líderes de unas Fuerzas Militares que, aun cuando inexpertas, cumplieron con su deber patriótico y constitucional de defender las instituciones, restablecer el orden público y velar por la soberanía e integridad territorial allí donde fueren turbadas mientras que ellos ocupan altos puestos oficiales.


Es el mes del sinsentido. Los testigos de excepción como los exmagistrados Tapias y Buitrago no son oídos, los informes técnicos no son tenidos en cuenta, los otrora héroes militares se exhiben en sus cárceles como si se tratase de los más crueles delincuentes y, en la otra mano, tenemos a los terroristas y perpetradores del crimen postulando sus nombres para ocupar la más alta magistratura del ejecutivo; los hijos de las víctimas en inexplicable unión con sus antiguos verdugos para lograr desprestigiar a las fuerzas del orden y los medios masivos de comunicación haciendo inusual resonancia a las mismas acusadoras voces en contra del “establecimiento”.


Nada valen las palabras y los argumentos de defensa de tan ilustres exministros como Jaime Castro y Enrique Parejo pues los gritos de las huestes confundidas opacan notablemente las razones que tienen la justicia y la verdad para mostrar.


El exmagistrado Samuel Buitrago, sobreviviente y testigo magnífico del holocausto, afirma con meridiana claridad que fueron los terroristas del M-19 los que prendieron fuego a los miles de expedientes con antorchas caseras; que sus compañeros Huran y Gaona Cruz no fueron acribillados deliberada y brutalmente por los militares intervinientes sino por el cruce de fuego que jamás se hubiera dado si los criminales no hubiesen emprendido tan descabellada tarea y que, aun cuando soportó máximas inclemencias, fue por la culpa de los guerrilleros mas nunca por la actuación lícita y legítima de las fuerzas castrenses.

Tuve la oportunidad de entrevistar en el programa “Aquí Opinamos” al magistrado Buitrago y desde ese momento se incrementó mi honda creencia de que lo del Holocausto fue bárbaro y que los únicos responsables de cuanto allí pudo suceder fueron los que hoy se alzan con las banderas de la moral pública.

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