Editorial
El Mundo, Medellín
Noviembre 7 de 2009
Ahora que el Acuerdo está en plena marcha, ya no hay excusa para que el presidente Obama y la Secretaria Clinton mantengan ese bajo perfil.
Suscrito y en plena vigencia el “Acuerdo complementario para la Cooperación y Asistencia Técnica en Defensa y Seguridad entre los Gobiernos de la República de Colombia y de los Estados Unidos de América” y publicado su texto para que los colombianos y quienes estén interesados en conocerlo puedan expresar sus opiniones con conocimiento de causa y sin prejuicios, arrecia – como era de esperarse – la campaña continental y mundial de la extrema izquierda, a la que se suma nada menos que el llamado “Secretariado del Estado Mayor Central de las Farc”, con sendas “Cartas abiertas”, una dirigida a los países miembros de Unasur y el Alba, y la otra dizque “A los soldados de honor” del Ejército colombiano para que se insubordinen contra esa “traición a la Patria”. ¡Qué tal las Farc dando pautas de comportamiento a los “oficiales y suboficiales” del Ejército de Colombia!
Lo primero y más notorio es la coincidencia de los cuestionamientos de la narcoguerrilla con los que han expuesto en sus frecuentes peroratas contra las mal llamadas “bases militares norteamericanas en Colombia” los comandantes Chávez y Castro. El primero, como se sabe, convirtió el tema en su pretexto por excelencia para agraviar y amenazar a Colombia y a su Gobierno, “congelar” las relaciones diplomáticas, tomar represalias comerciales, presentarse en todos los foros como eventual víctima de un ataque desde esas bases y fungir de adalid de la defensa del subcontinente frente al Imperio. En reciente artículo dominical “Las líneas de Chávez”, escribió que “Colombia es, lamentablemente, la cabecera de playa de la estrategia de contención yanqui en la América del Sur y, por supuesto, su base de operaciones. De hecho, estas nuevas bases militares constituyen un peligro real y concreto contra la soberanía y la estabilidad de la región suramericana. Son puntas de lanza del nuevo coloniaje”.
Ya su mentor y maestro, Fidel Castro, había hablado a comienzos de agosto, aludiendo a las “bases”, de los “siete puñales clavados en el corazón de América”, afirmando que “Sería un error grave pensar que la amenaza es solo contra Venezuela; va dirigida a todos los países del Sur del continente”. El pasado miércoles, tras la suscripción del Acuerdo, el comandante arremetió de nuevo, acusando al presidente Obama de seguir un “camino sórdido y despectivo” hacia los pueblos latinoamericanos, calificando el pacto como “atroz” porque “equivale a la anexión de Colombia a los Estados Unidos” y acusando a las partes de incluir “cláusulas expansionistas” que sus autores “no han tenido siquiera el valor de publicar”.
Para tranquilidad de los vecinos, el Gobierno de Colombia ha insistido en que las operaciones desde las bases serán eminentemente antidrogas y contra la subversión y se restringirán a territorio del país. Precisamente, en el Artículo III, numeral 4, se establece que “Las Partes cumplirán sus obligaciones derivadas del presente Acuerdo de manera que concuerde con los principios de la igualdad soberana, de la integridad territorial de los Estados y de la no intervención en los asuntos internos de otros Estados”. Aun más, en el Artículo XXII, se habla de la “Facilitación de los observadores aéreos” y se establece que “Previa autorización de las autoridades colombianas, las autoridades de los Estados Unidos facilitarán la estadía de los observadores aéreos de terceros países en las instalaciones y ubicaciones convenidas, e, inter alia, informarán a los observadores aéreos de terceros países acerca de las leyes y costumbres nacionales, con el fin de asegurar su comportamiento disciplinado mientras se encuentren en Colombia”.
Ahora que el Acuerdo está en plena marcha, ya no hay excusa para que el presidente Obama y su Secretaria de Estado, la señora Clinton, mantengan ese bajo perfil y dejen toda la defensa de la alianza militar con Colombia en manos de su embajador, que muy bien lo hace, pero no es suficiente para contrarrestar el inmenso aparato propagandístico de la extrema izquierda, al que ahora se suma, como anotamos, el actor ilegal, la narcoguerrilla terrorista de las Farc, que ve pasos de animal grande en ese acuerdo.
De ahí su pretensión de ser escuchados por Unasur y el Alba, arguyendo que “El prefijo ‘narco’ endilgado a la guerrilla y ahora a algunos Estados, es un pretexto para la agresión, como lo fue en el pasado el comunismo... Y con el mismo propósito utilizan el adjetivo ‘terrorista’. Las Farc no somos terroristas sino revolucionarios”. No pueden ser más cínicos los comandantes de las Farc, entre quienes se encuentra Jorge Briceño, más conocido como ‘Mono Jojoy’, a quien la Policía Antinarcóticos le acaba de desbaratar su red de transporte y distribución de droga en los departamentos de Vichada, Meta y Guaviare, donde el frente primero, bajo su mando, tiene amplios cultivos y numerosos laboratorios de procesamiento del alcaloide. Según las autoridades, los cinco detenidos se encargaban de llevar la droga a Bogotá, para luego realizar un enlace internacional y enviarla hacia Estados Unidos y Europa. Por eso le tienen pánico al Acuerdo y su rechazo es la mejor “certificación” de que Colombia ha dado un paso extraordinariamente importante en la lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, piensen de ello lo que quieran Castro, Chávez y compañía.
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