sábado, 14 de noviembre de 2009

Período especial en Venezuela

John Londoño

El Tiempo, Bogotá

Noviembre 14 de 2009

En 1991, después del colapso de la Unión Soviética, la nueva Federación Rusa suspendió el envío diario de petróleo que por años mantuvo a relativo flote la economía cubana. El impacto sobre la isla no se hizo esperar: su producto interno bruto cayó casi 35 por ciento. Cuba, muy pronto, entró en el llamado 'periodo especial', a lo largo del cual el gobierno racionó casi todo tipo de productos de consumo y servicios, desde los alimentos, hasta el agua y la electricidad. Se estima que la población cubana perdió cerca de 20 libras de peso en promedio por persona, pues la mayoría no consumía las calorías mínimas recomendadas en una dieta saludable. La necesidad, en Cuba, llegó a tener cara de gato: hubo una masiva y dramática desaparición de estos felinos en la isla, pues muchos decidieron incorporar las elegantes mascotas a su canasta de alimentos. El déficit fue tan grande en materia de generación de energía y tan comunes los apagones, que la gente más bien hablaba de los "alumbrones". A Cuba tampoco le ayudó el absurdo bloqueo comercial norteamericano, que no solo estancó su desarrollo industrial, sino que la hizo aún más dependiente de la Unión Soviética.

Por eso hoy, cuando después de algunos periodos de escasez de ciertos alimentos básicos, el presidente Chávez recomienda a los venezolanos bañarse en tres minutos, ir con linterna al baño y no usar agua caliente, ni aire acondicionado, debido al racionamiento de agua y energía al que está sometido su país, es bueno preguntarse si no están entrando nuestros vecinos en su 'periodo especial'. Las circunstancias venezolanas son, por supuesto, muy diferentes de las de Cuba de los 90. A diferencia de un bloqueo económico y escasez de petróleo, Venezuela disfruta un favorable intercambio comercial con su "enemigo" (USA), al que vende, sin reato ideológico, cerca de 1,5 millones de barriles diarios de petróleo. En 10 años se estima que Venezuela ha recibido cerca de 900.000 millones dólares en exportaciones petrolíferas. Es paradójico, por decir lo menos, que a un país bendecido con una de las reservas energéticas más grandes del planeta, con abundantes recursos hídricos y tierras fértiles, hoy le haga falta electricidad en sus redes, agua en sus acueductos y, a veces, alimentos en sus supermercados.

La revolución bolivariana, que se empeña en convertir al Estado en el único productor de bienes y servicios en Venezuela, poco aprendió de la historia. Una y otra vez, el Estado, a costa de la miseria de millones en todo el planeta, ha demostrado ser un pésimo e ineficiente empresario. A Chávez, después de 10 años en el poder, le queda muy difícil culpar a alguien diferente a su ineficiente administración de la deplorable situación actual venezolana. Él, desdeñoso, sigue con su descabellado empeño ideológico: en vez de ocuparse de su infraestructura (no genera la electricidad necesaria), productividad (PDVSA produce un millón de barriles de petróleo menos que hace una década) y seguridad interna (en 1999 hubo 4.000 muertes violentas; este año van 18.000), prefiere, por ejemplo, comprar deudas externas ajenas, regalar millones de barriles de petróleo y armarse para un inexistente conflicto internacional.

Esto, sin embargo, no debe sorprendernos: hace un par de meses, Chávez compartió su máxima filosófica al advertir lo malo que resultaba aspirar a ser rico (de ahí tal vez la consecuente situación actual). A él, que recurre a diario al materialismo dialéctico, deberíamos compartirle, con fraternal firmeza, la filosofía simple y clara de un hombre que, como Pambelé, vivió las dos caras de la moneda: "Es mejor ser rico que pobre". Pues odiaría ver a nuestros hermanos venezolanos, durante el periodo especial que al parecer se avecina, incorporar a su dieta diaria de almuerzo un par de lindos gatitos siameses.

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