domingo, 8 de noviembre de 2009

Relaciones necesarias

Editorial

El País, Cali

Noviembre 08 de 2009

Después de año y medio de encendidas polémicas en los medios de comunicación, los cancilleres de Colombia y Ecuador acordaron en Cotacachi la reactivación de las relaciones diplomáticas de los dos países, empezando por la designación de los encargados de negocios.

Además del efecto que tendrá en la reconstrucción de la armonía fronteriza, económica y social, el acuerdo es la oportunidad para que se reflexione sobre las causas de una ruptura que ha generado graves perjuicios a ambas naciones. Y, desde el punto de vista colombiano, de revisar los errores, las equivocaciones o las faltas que hubieran podido cometerse en la relación con un vecino que, además de un amigo cordial, será siempre necesario para nuestro país.

Sin duda el detonante de la ruptura estuvo en el ataque de la Fuerza Pública colombiana al campamento de alias Raúl Reyes, en territorio ecuatoriano. Como explicación de la actuación de nuestro país podría citarse el hecho de que uno de los cabecillas más poderosos de las Farc había establecido un refugio descarado en la vecina nación, aprovechando la impunidad que le brindaba la cercanía de influyentes personajes de su vida política. Además, podría hacerse referencia al discurso del presidente Rafael Correa, agresivo contra el Gobierno colombiano y cargado de intenciones ideológicas.

Esos argumentos parecerían suficientes para justificar nuestra posición. Pero el asunto es de otro tenor, como lo ha demostrado lo acontecido en los últimos 18 meses. Es que la unión de las dos naciones es un hecho histórico incuestionable e indisoluble, que iba camino a una integración más profunda a través de la Corporación Andina de Naciones. Tal realidad no puede servir de excusa para olvidar que por ello mismo debe existir una comunicación permanente entre los gobiernos, más allá de sus diferencias de concepto o de sus intereses de política interna. Quien pretenda ignorar esa verdad se arriesga a producir los daños que afectaron la relación en la zona de frontera, golpearon a los sectores productivos colombianos y a los consumidores ecuatorianos.

Por eso es tan importante el acercamiento que han logrado los ministros Fander Falconí, de Ecuador, y Jaime Bermúdez, de Colombia. Y, sobre todo, la forma prudente y silenciosa en que se ha llevado a cabo. Pasadas las humaredas que dejaron tanto el ataque al campamento de las Farc, las descargas verbales del presidente Correa y las correspondientes respuestas del presidente Uribe y algunos de sus colaboradores, es la hora de la rectificación.

Ahora se impone la necesidad de adoptar una nueva forma de relacionarse con Ecuador, que evite la repetición de los errores del pasado. Una forma en la cual se consideren sus inquietudes en toda su importancia y se atiendan sus reclamos. Será la mejor manera de evitar que las Farc, el tráfico fronterizo de armas y drogas ilícitas, la delincuencia y la lucha contra el crimen sigan afectando un nexo que debe ser cuidado y alimentado para beneficio de los pueblos hermanos. Que haya diferencias ideológicas o de enfoque no pueden volver a romper una unión que tiene sus raíces en los ancestros comunes, la cultura y la hermandad.

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