lunes, 2 de noviembre de 2009

Uruguay en el filo de la navaja

Editorial

El Nuevo Siglo, Bogotá

Noviembre 1 de 2009



Uruguay ha sido considerada en diversas etapas de su historia como una suerte de Suiza hispanoamericana, por el tamaño geográfico, su población, el alto índice cultural de sus habitantes, la calidad de su democracia, el respeto por la ley, el modelo bancario, la moderación de sus políticas, apenas quebrantada por el desafío subversivo urbano de los Tupamaros contra es sistema, que termina por darle tal protagonismo a los militares que empujados por los civiles se quedan transitoriamente con el poder. En Uruguay, como en Brasil e, inicialmente, en Argentina, como en Chile, se quiso volver a la democracia cauterizando las heridas dejadas por el enfrentamiento de la subversión con las Fuerzas Armadas. Tanto en Chile como en Argentina se respetaron los acuerdos que facilitaban el retorno a la democracia sin ir a un juicio contra la subversión ni contra los militares, hasta que las circunstancias cambian y la izquierda en el poder, como la presión popular derrumba el modelo salomónico y se procede a enjuiciar al sector castrense. El tema de modificar la ley de apaciguamiento en Uruguay, que ha favorecido a los militares recalienta la pasada contienda electoral, en cuanto al tiempo que se convoca a las pasadas elecciones presidenciales, se consultó al pueblo sobre levantar la inmunidad virtual de los militares que participaron en la defensa armada de las instituciones y llevarlos a juicio.


Se considera que la población de Uruguay en sus distintos estamentos se manifiesta en las pasadas elecciones con excepcional madurez, en cuanto para presidente de
la República, votan por el exguerrillero tupamaro José Mujica, del Frente Amplio, que obtiene el 48.16 por ciento de los votos, mientras que Luís Alberto Lacalle, del Partido Nacional, le sigue con el 18.94 por ciento, de tercero queda Pablo Bordaberry del Partido Colorado, con el 16.9 por ciento y de cuarto Pablo Mieres del Partido Independiente, que obtiene el 2.47 por ciento. En Uruguay se requiere del 50 por ciento de los votos para obtener el triunfo por la Presidencia, de lo contrario se va a la segunda vuelta. Así que se hacen en este momento toda clase de cálculos sobre lo que ocurrirá en la segunda vuelta. En principio, los apostadores simplistas sostienen que es indetenible el ascenso de José Mujica, dado que tiene en el bolsillo el 48.16 por ciento de los votos y Lacalle quedó como un segundo relativamente distante. Otros analizan cuidadosamente el comportamiento electoral del pueblo en otras oportunidades y apuestan a la madurez del votante. Es así como se estima que los que votaron por mantener en vigencia las normas que evitan un juicio contra militares y guerrilleros, que, necesariamente, tendría un alto costo político, pero apoyaron a Mujica, ahora reflexionan sobre cómo deben depositar su sufragio y apuntalar el sistema.


Es por eso que se abre la oportunidad de un voto por fortalecer la democracia y que tenga en cuenta otros factores distintos a las simpatías y antipatías entre los bandos antagónicos que alcanzaron la mayor votación el pasado domingo. En tal sentido se plantea que el tener la mayoría en el Congreso no siempre es lo mejor para el país. En ocasiones, para modular la democracia es conveniente un Congreso de mayoría de un partido y un Ejecutivo de distinta tendencia, puesto que el unanimismo no necesariamente es la solución en todas las ocasiones y circunstancias. Además, el actual presidente, Tabaré Vázquez, del mismo partido de Mujica, sorprendió a los medios políticos al señalar que en noviembre la definición no será entre dos “modelos”, sino entre formas de gestión.


Diferenciación sutil que deja mal parado a Mujica y desconcierta a su partido. La oposición, de inmediato reacciona en apoyo del dicho presidencial, al sostener que lo que está en juego es el estilo radical de Mujica y el modelo del equilibrio democrático de Lacalle. Como una gran masa de la población rechaza ir al caudillismo desbocado al estilo de Evo Morales en Bolivia se considera que la alternativa electoral tiende a convertirse en un pulso entre la madurez tradicional de los ciudadanos de
la Franja Oriental que representa Lacalle y la propuesta casi delirante de un populismo caudillista que encarna Mujica. Lo que le agrega más enigmas e incertidumbre a la elección presidencial en segunda vuelta es que para alterar el avance de Mujica, una parte de sus seguidores tendría que votar por Lacalle. En otras naciones se han dado ejemplos sorprendentes de ese calibre. Si eso no ocurre y se vota más por partidos que por el interés nacional, Uruguay quedaría al borde del abismo bajo el gobierno de un exguerrillero revanchista y populista.

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