sábado, 7 de noviembre de 2009

Berlín: cuna del Asia moderna

Brahma Chellaney*

El Tiempo, Bogotá

Noviembre 7 de 2009

Al marcar el fin de la Guerra Fría y el inminente colapso de la Unión Soviética, la caída del Muro de Berlín, hace 20 años, transformó la geopolítica global. Pero ningún continente se benefició más que Asia, cuyo dramático crecimiento económico desde 1989 ha ocurrido a una velocidad y a una escala sin paralelo en la historia mundial.

Para Asia, la consecuencia más importante de la caída del Muro de Berlín fue que el colapso del comunismo produjo un giro de la primacía del poder militar al poder económico, a la hora de forjar el orden internacional. Con certeza, durante la Revolución Industrial y el período posterior a la Segunda Guerra Mundial también se produjo un rápido crecimiento económico. Pero en el tiempo subsiguiente a la Guerra Fría, el crecimiento económico por sí mismo ha contribuido a la alteración de las relaciones de poder globales.

Otro episodio definitorio en 1989 fue la masacre de la Plaza Tiananmen, de manifestantes prodemocráticos en Beijing. De no haber sido por el fin de la Guerra Fría, Occidente no habría permitido que China se librase de una situación incómoda por esos asesinatos. Por el contrario, Occidente adoptó una estrategia pragmática, eludiendo las sanciones comerciales y ayudando a integrar a China a la economía global y a las instituciones internacionales mediante la influencia liberadora de la inversión extranjera y el comercio. Si Estados Unidos y sus aliados hubieran perseguido una estrategia centrada en sanciones punitivas, como fue el caso de Cuba y Birmania, el resultado habría sido una China menos próspera, menos abierta y potencialmente desestabilizadora.

De hecho, el fenomenal éxito económico de China -ilustrado por su admirable excedente comercial, las mayores reservas de moneda extranjera del mundo y la producción más alta de acero- le debe mucho a la decisión de Occidente de no implementar sanciones comerciales después de la masacre de la Plaza Tiananmen. Tras sobrepasar a Alemania para convertirse en el principal exportador mundial, China hoy está camino de desplazar a Japón como la segunda economía más grande del mundo.

El ascenso de la India como un gigante económico también está asociado a los acontecimientos posteriores a 1989. La India mantenía un sólido comercio de trueque con la Unión Soviética y sus aliados comunistas en Europa del este. Cuando el Bloque del Este se desintegró, la India tuvo que empezar a pagar por sus importaciones en dinero contante y sonante. Eso agotó rápidamente sus modestas reservas de moneda extranjera, desatando una seria crisis financiera en 1991, que a su vez obligó a la India a embarcarse en reformas económicas radicales que sentaron las bases para su ascenso económico.

En términos más generales, la emblemática derrota del marxismo en 1989 permitió a los países asiáticos, entre ellos China y la India, perseguir abiertamente políticas capitalistas. Si bien el renacimiento económico de China ya había comenzado en el gobierno de Deng Xiaoping, el Partido Comunista Chino, después de 1989, pudo públicamente subordinar ideología a creación de riqueza. Ese ejemplo, a su vez, ejerció una influencia constructiva en los partidos comunistas sobrevivientes en Asia y más allá.

Desde un punto de vista geopolítico, los réditos posteriores a 1989 se extendieron mucho más allá de Occidente. El repentino colapso de la Unión Soviética fue una bendición estratégica para Asia, ya que eliminó un imperio amenazador y abrió el camino para que China rápidamente persiguiera sus intereses a nivel global. La caída de Rusia en los años 90 se convirtió en un rédito para China.

Para la India, el fin de la Guerra Fría desató una crisis de política exterior, ya que eliminó al socio más confiable del país, la Unión Soviética. Pero, como sucedió con su crisis financiera de 1991, la India pudo emerger con una política exterior rediseñada -que abandonó las tradiciones quijotescas del país y abrazó un mayor realismo y pragmatismo-. La India de posterior a la Guerra Fría empezó a perseguir alianzas estratégicas mutuamente beneficiosas con otros actores esenciales de Asia y el mundo más amplio. La nueva "alianza estratégica global" con Estados Unidos -una característica definitoria de esta década- fue posible gracias a los giros posteriores a 1989 en el pensamiento político indio.

Por supuesto, no todos los desenlaces posteriores a 1989 fueron positivos. Por ejemplo, el fenómeno de los estados fallidos, que ha afectado principalmente la seguridad asiática, es una consecuencia directa del fin de la Guerra Fría. Cuando la Guerra Fría estaba en pleno apogeo, un bloque o el otro apuntalaban a los estados débiles. Pero, con la desaparición de la Unión Soviética, Estados Unidos abandonó ese juego.

En consecuencia, de pronto en los años 90 empezaron a surgir estados disfuncionales o fallidos, que constituían una amenaza a la seguridad regional e internacional al convertirse en hogar de piratas transnacionales (Somalia) o terroristas transnacionales (Pakistán y Afganistán), o por su desacato de las normas globales (Corea del Norte e Irán). Asia ha sufrido más bajas como consecuencia del ascenso del terrorismo internacional que cualquier otra región.

Es más, dos décadas después de la caída del Muro de Berlín, la propagación de la democracia se detuvo. Entre 1988 y 1990, mientras se extinguía la Guerra Fría, surgieron protestas prodemocráticas lejos de Europa del este, derrocando dictaduras en países tan diversos como Indonesia, Corea del Sur, Taiwán y Chile. Después de la desintegración soviética, hasta Rusia surgió como un candidato creíble para la reforma democrática.

Sin embargo, si bien el derrocamiento de regímenes totalitarios o autocráticos inclinó el equilibrio global de poder a favor de las fuerzas de la democracia, no todos los movimientos prodemocráticos triunfaron. Y las subsiguientes "revoluciones de color" en lugares como Ucrania no hicieron más que inspirar una mayor precaución entre los regímenes autoritarios sobrevivientes, instándolos a implementar medidas para contrarrestar las iniciativas democratizadoras de inspiración foránea.

Además del repliegue de la democracia en Rusia, China -hoy la autocracia más antigua del mundo- está demostrando que cuando el autoritarismo está arraigado, un mercado de bienes y servicios puede obstruir el mercado de las ideas políticas-. Veinte años después de la caída del comunismo, el capitalismo autoritario ha surgido como el principal rival de la propagación de los valores democráticos.

*Profesor de Estudios Estratégicos en el Centro para Investigación Política de Nueva Delhi y autor de Asian Juggernaut: The Rise of China, India and Japan.

Copyright: Project Syndicate, 2009.

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