Alfredo Rangel
Revista Semana, Bogotá
Noviembre 21 de 2009
Aun cuando Chávez tratará de mantener artificialmente la tensión en la frontera para distraer a la opinión venezolana y para debilitar a los gobernadores opositores de Táchira y Zulia -como lo demuestra la voladura de los dos modestos y hechizos puentes peatonales en Ragonvalia-, creo que a estas alturas es poco serio tomar en serio las farsas bélicas de Chávez. Él es un farsante que nunca va a guerrear contra nadie por tres tipos de razones: sicológicas, estratégico-militares y políticas. Pero es un adicto practicante de la farsa bélica. Por eso hay que dejar definitivamente a un lado el temor a sus reiteradas amenazas y bufonadas belicosas.
Las sicológicas. Chávez es esencialmente una persona vanidosa y cobarde. Y, como todo vanidoso-cobarde, hace alardes de matonería de barrio cuando sabe que actúa sobreseguro y sin ningún riesgo. Insulta y ofende a Estados Unidos porque sabe que este país no lo va a invadir, ya que no necesita hacerlo y además está empantanado en guerras en otras regiones que sí son de importancia estratégica para sus intereses globales. Y no necesita hacerlo porque Chávez le vende a Estados Unidos cumplidamente y a muy bajo precio un petróleo que, por ser tan cargado de azufre, Venezuela no puede vender en ninguna otra parte. Además, Estados Unidos no acaba de creerse la historia de la "amenaza regional" que para otros significa Chávez. Y, si después de 20 años de la caída de
Chávez también vocifera sobreseguro contra Colombia, pues sabe que evitaremos librar una guerra externa que nos distraería de nuestra prioridad, que es recuperar la seguridad interna enfrentando la guerrilla y el narcotráfico. Además, Estados Unidos no necesita a Colombia en el imposible caso de que atacara a Venezuela, pues para eso tiene
Pero la cobardía de Chávez fue evidente desde cuando traicionó a sus compañeros y se entregó de primero y sin condiciones una vez fracasó su golpe militar contra el presidente Carlos Andrés Pérez. También cuando, a su turno, los militares venezolanos le dieron un golpe a él y Chávez aceptó renunciar a
Las estratégico-militares. Chávez también sabe que su Ejército no tiene el nivel de alistamiento, de entrenamiento y preparación, de logística, de aprovisionamiento y motivación necesarios para librar una guerra contra Colombia. Sabe también que el Ejército colombiano lo supera en todos estos campos, además del numérico. Pero, por encima de todo, sabe que, como dijera el ex ministro de Defensa y ex canciller, general Fernando Ochoa Antich, ya se acabó la anterior neutralidad de Estados Unidos en un hipotético conflicto armado entre Colombia y Venezuela: en este momento ese enfrentamiento no sería entre dos países, sino de Venezuela contra Colombia y Estados Unidos. No sería un conflicto "limitado en el espacio y el tiempo por la insuficiencia de recursos bélicos, como habría ocurrido en el pasado, porque Colombia podría sostenerse indefinidamente debido a que su capacidad se multiplica por el apoyo norteamericano". En fin, Chávez la llevaría perdida y ya dijimos que es un cobarde, sin vocación de héroe ni de mártir.
Las políticas. Nada erosiona más el apoyo político a un gobierno que una guerra cuya razón no convence a nadie y, encima, se pierde. El 80 por ciento de los venezolanos no ve razones para una guerra con Colombia y, además, tendrían que soportar -ellos, tan consumistas-, peor escasez y restricciones que las que se anticipan para 2010, cuando la inflación se elevará al 50 por ciento, el desempleo al 18 por ciento y el déficit fiscal al 8 por ciento del PIB. A esto hay que sumarle el hecho de que este año Chávez ya perdió el 11 por ciento de su popularidad al caer a su nivel más bajo en 10 años. Una guerra tonta y perdida sería el camino a su perdición.
Chávez podrá ser vanidoso-cobarde, pero no tonto. Sabe que las guerras de mentirillas son para anunciarlas, no para hacerlas. Porque con la farsa de sus anuncios siempre habrá allá algunos chovinistas que se entusiasmen y aquí algunos candorosos que se alarmen. Por eso lo prudente es no tomarlos en serio. Nunca.
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