Armando Montenegro
El Espectador, Bogotá
Noviembre1 de 2009
Mientras Hugo Chávez lideraba su guerra contra el capitalismo planetario, se olvidó del bienestar de los venezolanos.
Mientras compraba armas en Rusia y le regalaba plata a Ecuador, Nicaragua y Argentina, se olvidó de invertir en las plantas eléctricas y en los acueductos de su propio país.
Puso entonces a los venezolanos a conjugar, masivamente, el verbo “racionar”. Caracas y otras ciudades sufren fuertes cortes de luz y agua y padecen de una gran escasez de alimentos.
Un emporio energético como Venezuela no tiene luz eléctrica. Por la ineptitud del gobierno, durante años no se construyeron nuevas plantas térmicas ni se mantuvieron las existentes. Los robos de energía son masivos. Por puro populismo las tarifas están congeladas desde 1999 y, en consecuencia, el consumo se disparó. En esas condiciones, el sistema eléctrico venezolano no resistió la sequía causada por El Niño. Se reportan apagones de siete y ocho horas en Zulia, Anzoátegui, Falcón y Táchira. Y no se percibe una solución a la vista.
Por las mismas razones, Caracas y otras ciudades sufren cortes de agua que, según los expertos, durarán, por lo menos, hasta abril de 2010. Dadas las bajas tarifas, el consumo de Caracas es el más alto de América Latina. No se ha invertido en redes ni en el control de las altísimas pérdidas de agua. Se ha anunciado que los racionamientos semanales en la capital durarán 48 horas. Hay barrios pobres, como Mariches, donde el líquido no llega hace tres meses y la gente debe comprar el que venden los camiones, verdaderos estafadores, a precios superiores a los de Miami.
Los distintos racionamientos ya están dislocando la vida venezolana. Se suspenden las operaciones en los hospitales. No hay clases en las escuelas. Se pudren los alimentos congelados. La producción industrial se paraliza.
La crisis de los servicios públicos se suma a la gran escasez de alimentos. Desde hace meses, el gobierno instauró un burocrático sistema de racionamiento, copia de los modelos cubanos, para vender, gota a gota, la comida en las tiendas subsidiadas de los barrios pobres. En los supermercados la comida es cada vez más cara.
Un indicador de la escasez es el elevado ritmo de inflación, el impuesto contra los pobres. El aumento de los precios ya bordea el 30% anual, la cifra más alta de América Latina. Y, como van las cosas, esta situación empeorará en los próximos meses.
Los racionamientos ya están afectando la popularidad del presidente. Su problema es que, como no llegó al gobierno hace uno o dos años, no puede culpar a sus antecesores. Tampoco puede acusar al “imperio” por las consecuencias de sus propios errores y descuidos.
Chávez ha reaccionado como una fiera. Anuncia castigos para los que usen aire acondicionado, rieguen sus jardines, laven sus carros e iluminen sus casas (léase, los ricos). Señala que los centros comerciales deben tener luz sólo hasta las tres de la tarde (deben comprar plantas eléctricas). Dice que la gente debe, como él, bañarse muy rápido, en tres minutos: uno para mojarse; otro para jabonarse y el último para la enjuagada. Insiste en que él mismo hace esto y proclama: “No quedo hediendo”.
Gracias al socialismo del siglo XXI, Venezuela va a celebrar el Bicentenario en las mismas condiciones de iluminación y de agua potable que las que padeció en su niñez el propio Simón Bolívar. En eso consiste, tal vez, el modelo bolivariano.
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