miércoles, 11 de noviembre de 2009

Chávez y su muro en la cabeza

Alexander Cambero

El Tiempo, Bogotá

Noviembre 11 de 2009

El Muro de Berlín expiró hace veinte años. El portentoso hormigón no podía seguir resistiéndose ante el maravilloso embate de la libertad. Infructuosamente, quiso hacerse eterno, pero sus corroídas bases terminaron por sucumbir. La alegría de todos los pueblos se hizo noticia de primera plana. Sólo gobiernos tiránicos, con el ropaje de dinosaurios, mantuvieron extraño silencio. Pensaron que aquel despertar democrático contaba con la mágica llave capaz de abrir sus múltiples cárceles llenas de ciudadanos inocentes. En Cuba, lloriquearon como viudas arrepentidas al saber que su ícono del comunismo internacional se desvanecía entre los furiosos martillazos de un pueblo sometido por la barbarie.

Ahora, el inefable Hugo Chávez pretende construir otro muro. Su escueta capacidad de discernimiento lo conecta con el pasado. Las transformaciones sociales y el crecimiento de los pueblos al lado de las tecnologías significan un antídoto para sus planes de perpetuarse hasta la tumba. Es por ello que busca reposo en el pasado. Vuelve a desempolvar las vetustas proclamas de un comunismo que los pueblos del mundo enterraron.

Con la ayuda de Evo Morales, Raúl Castro, Daniel Ortega y Rafael Correa, trabajan en la mezcla para después colocar los adoquines elaborados ante el sol. Dejan ver sus torsos dorados por el sacrificio; sus manos estropeadas quieren ser exhibidas como prueba de las posibilidades de resucitar al cadáver insepulto. Por más que combinen arena, piedras y cabillas de grueso calibre, no pueden con el dictamen de la historia.

En la sórdida mañana del principio de sus miserias, trabajan estos enigmáticos seres buscando levantar una nueva degradación humana. Les parece que la única manera de mantenerse en el corazón de sus pueblos es sometiéndolos al dolor, exprimirlos hasta derretirles los huesos en las gigantescas palias del maligno.

En su escueto universo cerebral, Hugo Chávez anhela liquidar a Colombia. Planea construir un muro imaginario de miles de kilómetros que acabe con una historia común. Dos países que los unen hechos más importantes, que las rabietas existenciales de un dictadorzuelo con ínfulas de trascendente.

Colombia y Venezuela han sorteado innumerables conflictos. No existe lugar alguno en la tierra en donde los problemas neogranadinos sean sentidos como propios. Igual ocurre en Colombia. Estos hechos no podrán ser cambiados por un contagio patriotero. En la frontera existe una gran cantidad de hogares en donde los que se sientan a la mesa son hijos o padres de los dos países. ¿Cómo podrían existir los pueblos del Táchira sin Cúcuta?

La mente estrecha no puede sembrar de muertos su frontera. El muro de sus espíritus revueltos cree que una guerra fratricida le devolverá la popularidad que cada día se desliza peligrosamente. Que coloquen los adoquines. La historia los aplastó. ¡Viva libertad!

No hay comentarios: