Jorge Enrique Pava Quiceno
La Patria, Manizales
Noviembre 13 de 2009
Es indignante ver cómo las Farc, en su acometida mediática, le atribuyen al Gobierno Nacional la responsabilidad del incumplimiento en la liberación del cabo Pablo Emilio Moncayo y el soldado Daniel Calvo, así como la devolución de los restos mortales del capitán Julián Guevara, quien murió en cautiverio.
No podemos concebir que estos criminales jueguen con las expectativas de miles de familias que sufren el doloroso flagelo del secuestro, y con todo un país que espera algún gesto de paz por parte de las Farc, en medio de tantos ofrecimientos y concesiones que el Estado les ha hecho.
Veamos estas afirmaciones cínicas y descaradas de las Farc en su último comunicado: "Es el Gobierno quien ha introducido palos en la rueda", "en el colmo del cinismo y de la insensibilidad clasista pretenden culpar a las Farc cuando lo único que solicitamos es que vengan por sus prisioneros, a quienes ellos mandaron a la guerra y abandonaron luego que cayeron en desgracia, como consecuencia de la confrontación", "¿o será que quieren cobrarle al profesor Moncayo (Gustavo, padre del cabo rehén), a los familiares y a las organizaciones solidarias con los prisioneros de guerra la tenacidad que han tenido para luchar por la libertad de sus hijos?", "cada día, cada hora que demore la liberación del cabo Moncayo y del soldado Calvo, es de exclusiva responsabilidad del Gobierno de Uribe".
¿Acaso fue el Gobierno el autor de los secuestros? ¿Acaso se le puede atribuir al Gobierno Nacional los atentados dinamiteros y los campos minados que tienen a miles de colombianos mutilados? ¿Acaso es el Gobierno quien trafica con armas, estupefacientes y hasta con personas? ¿Cómo se le puede endilgar la responsabilidad al Gobierno en la demora para la liberación de los secuestrados?
Tal vez lo que esperan estos criminales es que les despejen otra vez extensos territorios o que el Estado suprima su presencia en los sitios que ellos designen, para fortalecerse y apropiarse nuevamente de los campos que les han sido arrebatados. ¡No! Es un hecho que se han venido cerrando cercos alrededor de otros cabecillas de las Farc y que, de un momento a otro, recibiremos la noticia de la captura o la baja de personas de altísimo rango dentro de esta organización criminal. Y por eso quieren condicionar al Gobierno, a través del chantaje, para que ceda en sus pretensiones y se les deje de acosar.
La obligación del Estado es proteger a los ciudadanos en su vida, honra y bienes y por eso no puede declinar en su lucha en contra de los mayores violadores de derechos que tenemos en Colombia. Máxime cuando la lucha muestra resultados concretos y se han adelantado labores de inteligencia que permiten detectar los sitios en donde se mueven las tropas insurgentes. Desfallecer ahora sería perder todo un lustro de lucha decidida y efectiva que ha podido recuperar gran parte del territorio nacional de las garras de estos delincuentes.
Lástima que en aras de preservar la seguridad colombiana, tengamos que asistir a estos actos desalmados en los que la libertad de las personas se supedita a las perversas intenciones de una minoría criminal que hoy lucha más por supervivir que por unos ideales que supuestamente motivaron su nefasta aparición en la escena nacional.
Afortunadamente tantas aberraciones y desafueros cometidos por las Farc, las han sometido también al repudio internacional que, con excepción de Chávez y Correa, rechazan sus actos criminales. Así, poco a poco se van quedando aisladas y van perdiendo la fuerza que, por intermedio de algunas ONG, llegaron a tener en algunos países europeos.
Y a medida que se les destapa sus debilidades y sus verdaderas intenciones, va quedando al descubierto también el enflaquecimiento de sus tropas y la insatisfacción que viven sus militantes dentro de la organización. Y que salgan hoy a inculpar al Gobierno Nacional porque les he frustrado sus operaciones ilícitas, y hacerlo responsable por la suerte de los pobres secuestrados, es un acto de retaliación mediática que sólo tiene un nombre: ¡Cobardía!
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Y hablando de gestos de paz, es importante resaltar la labor que viene ejerciendo la Secretaría de Gobierno de Caldas, en su programa de desarme en escuelas y colegios del departamento. Hay resultados tangibles que ubican a Caldas como líder en estos propósitos y que han llevado a que estos programas de sensibilización social se repliquen en otras latitudes, pues cuando se trabaja en la educación temprana se está evitando la deformación de los valores a la que tan expuestos se ven los habitantes de algunas regiones colombianas.
Por eso la campaña de cambiar armamento por otros elementos simbólicos ha sido tan efectiva. Un niño que se sienta motivado para hacer entrega de un arma, que en algún momento de su corta vida podría representar su símbolo de poder o de defensa, es un niño que ha cambiado su posición trágica por una de esperanza. Todo lo que se haga en busca de cambiar esta mentalidad guerrerista y en culturizar a la juventud para que pueda vislumbrar un futuro cierto y feliz por fuera de los actos de violencia, contribuye a que tengamos unas generaciones aguerridas y luchadoras en campos académicos, científicos, tecnológicos y empresariales y que no se conciba el poder de las armas como el mayor patrimonio de la sociedad.
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