jueves, 5 de noviembre de 2009

De crucifijos y aulas

Federico Hoyos Salazar

http://www.fhoyos.blogspot.com/, Medellín

Noviembre 4 de 2009

La Corte Europea de los Derechos Humanos declaró que la presencia de crucifijos en las aulas de clase de los colegios italianos es “una violación de los derechos de los padres a educar a sus hijos según sus convicciones” y de “la libertad religiosa de los alumnos”. Como se puede ver en el centro de la polémica hay dos temas centrales: la educación y la libertad religiosa. El hecho que un símbolo religioso determinado cuelgue en las aulas, calles, o parques de una sociedad laica no atenta contra ninguno de estos dos principios.

Arnold Toynbee, uno de los historiadores más importantes de la modernidad decía que no se podía entender Europa sin el cristianismo. A pesar de la creciente secularización del Viejo Continente, el Cristianismo constituye un rasgo fundamental de la historia de éste y de su antiguo apéndice geográfico tropical: América Latina. La Cristiandad era el nombre que antecedía lo que hoy conocemos como Europa. La lengua y la religión son rasgos culturales esenciales que crean la identidad de una civilización, ¿cuál es la intención detrás de querer eliminar alguno de éstos al interior de un pueblo?

En su obra The Clash of Civilizations, el politólogo Samuel P. Huntington dice que los límites de Europa en el norte, el occidente y el sur están delimitados por cuerpos de agua. Luego se pregunta, ¿dónde termina Europa? Su respuesta es contundente: “Europa termina donde termina el Cristianismo Occidental y donde empieza el Islam y la Ortodoxia” (Huntington, 1996: 158). Autores como Toynbee y Huntington han acordado en que la identidad religiosa define una civilización.

La exhibición de un crucifijo en un aula de clase no atenta en contra de la educación que los padres le quieran dar a sus hijos ni de la libertad religiosa de los alumnos. Es más fácil y viable enseñarle a los niños el significado de los crucifijos que ven a diario, que pretender eliminarlos todos. Gana más una sociedad que conoce sus raíces así no las comparta que querer arrancarlas y eliminarlas debido a la voluntad de unos pocos. Es tan absurdo decir que un crucifijo debe ser removido por que atenta contra la libertad religiosa, como decir que los templos religiosos que vemos a diario hacen lo mismo y que por lo tanto deben ser demolidos.

Sea el símbolo Musulmán, Cristiano o Judío debe ser respetado. Las burkas, kipás y crucifijos que lucen las personas de las diferentes religiones hacen parte de su identidad, querer borrarlas es arrebatarle a la persona una parte de lo que es. Así como es un despropósito querer remover la bandera de un determinado país en otro diferente, de igual manera es un atropello eliminar un símbolo religioso.

Decía Alexis de Tocqueville en su obra Democracy in America, que los hábitos y las costumbres eran factores claves para el mantenimiento de la democracia en los Estados Unidos. “El despotismo puede gobernar sin necesidad de la fe, pero la libertad no” (Tocqueville, 2000: 336). Mientras que una sociedad democrática acepta con respeto las diferentes posturas políticas, religiosas o ideológicas de los individuos, una sociedad despótica no. El hecho que un tribunal quiera negar la existencia de un símbolo que compone la identidad cultural de la mayoría de los ciudadanos italianos permite entrever la dirección política que esa sociedad está tomando.

Post Scriptum: Se cumplen 20 años de la caída del Muro de Berlín y se inaugura la barrera impuesta por Hugo Chávez en la frontera con Colombia, como siempre los vulnerados son los más pobres.

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