Jorge Enrique Pava Quiceno
Noviembre 20 de 2009
Ante el reclamo que le hizo nuestro canciller Jaime Bermúdez a Unasur, por el silencio que ha guardado en relación con el lenguaje bélico que viene utilizando contra Colombia el chafarote venezolano Hugo Chávez, éste se despachó con un solo término: ¡desgraciado!
Y aunque ya nos estamos acostumbrando a que ese peligroso vecino insulte a Colombia, al presidente Uribe y a quien se atreva a disentir de sus locuras, la indisposición que se siente con cada una de sus arremetidas logra, por lo menos, dañarnos el día. Pero viéndolo bien, más desgraciados son algunos colombianos que se arrodillan ante ese poder desbordado de Chávez y le hacen venias y zalemas en una apátrida adoración a su Dios Momo, así se arrase con la dignidad de nuestro país.
Ver cómo Piedad Córdoba, Ernesto Samper, Dussán y demás miembros del PDA, que se han rasgado sus vestiduras por la presencia de las bases militares de Estados Unidos en Colombia, guardan un silencio sepulcral ante los consuetudinarios ataques de Chávez, y en vez de patalear y sentirse heridos como todos los que queremos a nuestra Patria, lo siguen apoyando y cohonestan sus grotescas arremetidas, no puede ser más repudiable y odioso.
No se entiende con qué autoridad moral reclaman, se oponen, atacan y critican a su propio Gobierno cuando por debajo de la mesa hacen pactos de connivencia con nuestro peor enemigo. No se entiende cómo cohonestan las viles acciones de quien nos quiere invadir violentamente, mientras esgrimen en Colombia un discurso nacionalista, patriota y demócrata. No se entiende el cinismo de pronunciarse en contra de
¡Estos sí son los verdaderos desgraciados! Estos sí merecen los peores calificativos, pues han decidido vender nuestra Patria en aras de congraciarse con quien representa el anacronismo político suramericano y con quien les acolita su permanencia en el poder y los alienta para que sigan ejerciendo una oposición desalmada y absurda. Porque han encontrado quién haga eco de sus odios viscerales hacia el presidente Uribe, y en aras de destruirlo y de ofenderlo han declinado de la defensa que todo colombiano tiene la obligación de hacer de su país.
Esos son los que aspiran a llegar al poder, y se presentan como una nueva alternativa para Colombia. ¡Qué esperanza! Afortunadamente cada vez más queda en evidencia su ruindad y se ganan el repudio general por sus censurables comportamientos. Porque después de haberle rendido pública pleitesía a nuestro peor enemigo, y de seguir inclinándose ante el poder de Chávez sin reato alguno, la decadencia de estos políticos y de todo lo que encarne ese pensamiento comunistoide que defiende el PDA, es cada día más pronunciada.
Y mientras censuran al Gobierno Nacional por ejercer su obligación constitucional de defender a los colombianos de los ataques guerrilleros, establecen alianzas con el autor del nuevo intervencionismo continental y lo apoyan en su andanada guerrerista dirigida en contra de nuestros propios intereses.
* * *
Y hablando de la oposición colombiana, quedó demostrado que toda la alharaca que se desató con el programa de Agro Ingreso Seguro, no era sino una jugada mediática para tratar de sacar de la escena política al candidato Andrés Felipe Arias y perjudicar la imagen del Presidente. Porque después de proferir improperios, de hacer uso de verdades a medias para provocar escándalos en la prensa y de atrasar la agenda legislativa que se movió exclusivamente en función de la moción de censura al Ministro de Agricultura, en el momento de votarla no aparecieron muchos de los promotores y se arredraron a última hora.
Por eso es ilógico que el Camarada No, en su columna de ayer en este diario, siga ahondando en su sesgada posición en relación con el tema, después de haber tenido la oportunidad de castigar a los autores de los supuestos fraudes y despropósitos mediante los mecanismos legales y constitucionales, y haberla desperdiciado. Y sin hacer la apología de un programa que, como el AIS, puede tener debilidades, es lógico que a los grandes propietarios de tierras se les haya otorgado mayores subsidios y créditos blandos, pues son quienes más recursos necesitan para invertir, en virtud de sus grandes extensiones. No podemos esperar que quien posea una hectárea de tierra requiera de iguales recursos para ponerla a producir, que aquel que tiene miles de hectáreas y quiera desarrollar programas agropecuarios. De ahí que las comparaciones esgrimidas por el Camarada No, no sean más que otro sofisma con el que pretende desdibujar las cosas, en su acostumbrada forma de acomodar la verdad para presentarla a medias y provocar el descontento.
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