Editorial
El Tiempo, Bogotá
Noviembre 20 de 2009
Tras 47 días de secuestro y un rescate de 3,3 millones de euros (unos 10.000 millones de pesos) terminó la aventura de los pescadores españoles retenidos por piratas somalíes en el golfo africano de Adén. Ha sido, aparentemente, un final feliz: los marineros salvaron la vida, el gobierno español remedió el problema sin derramamiento de sangre (aunque ahora enfrenta una andanada política por supuestas fallas de coordinación), el barco atunero '
En la operación, sin embargo, quedó seriamente quebrantado el imperio de la ley: una vez más, los asaltantes de barcos en el Océano Índico se salieron con la suya. Pésimo ejemplo para un país violento, corrupto, sin ley y sin comida, que ve cómo se hacen millonarios los delincuentes. ¿Qué joven somalí querría ser médico, cuando es tan fácil y provechoso hacerse pirata?
Los malos van ganando, al menos hasta ahora. Según
La piratería acuática es casi mundial. Hace ocho años, unos asaltantes asesinaron en el río Amazonas al navegante neozelandés Peter Blake. Pero en Somalia constituye negocio de una o varias mafias, que cuentan con abogados en el exterior y técnicas de persuasión. Esto les ha permitido chantajear a armeros y gobiernos de diversos países, desde Estados Unidos hasta China.
La única solución es enfrentarla a nivel internacional y con variadas armas. Desde la fuerza -guardias privados o infantes de marina a bordo, como hace Francia con éxito- hasta leyes internacionales que permitan la incursión defensiva en aguas territoriales no vigiladas. Somalia y otros países tendrán que cooperar permitiendo a armadas multinacionales el establecimiento de bases en tierra y el patrullaje en sus costas.
La otra opción, la de resistir y soportar el asesinato de rehenes para mandar un mensaje de firmeza a los piratas, no parece tener acogida política. Los ministros españoles seguramente sobrevivirán al voto de censura que propone la oposición, pero no lo habrían hecho si las imágenes hubieran mostrado, en vez de 63 piratas repartiendo el botín en cubierta, los cadáveres de 36 pescadores.
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