Editorial
El Colombiano, Medellin
Noviembre 20 de 2009
No sólo cayó la moción de censura contra el Ministro de Agricultura Andrés Fernández Acosta. También cayó el prestigio que pueda tener la oposición. ¿Cómo entender que quienes pidieran la cabeza del alto funcionario, el Partido Liberal y el Polo Democrático Alterativo (PDA), no estuvieran presentes en el momento crucial de la votación? Tal vez la vieron tan perdida, que prefirieron la ausencia para no hacer el oso ante sus electores y la sociedad. Estrategia inútil, pues se evidenció aún más el verdadero ánimo politiquero que los inspiró y la falta de seriedad y rigor en su acusación. La defensa del Ministro Fernández, como ya lo expresamos en editorial pasado, fue argumentada en forma contundente y respaldada en cifras, actitud propia de quien tiene la conciencia tranquila y sabe del tema en el que trabaja. Además, contó hasta con testimonios del mismo Polo, como el de Antonio Navarro Wolf, quien ponderó los beneficios que el programa del Agro Ingreso Seguro le ha llevado a Nariño, el departamento que él bien gobierna.
Lo paradójico ahora es que la oposición, y algunos miembros del uribismo y de Cambio Radical, quieran salvar su lesionada imagen a costa de endilgarle la responsabilidad de la derrota de la moción de censura al Presidente del Senado, Javier Cáceres. Lo acusan de apresurar los tiempos de votación en la sesión del pasado martes. Si los senadores no votaron fue porque no quisieron o no pudieron, ya fuera por llegar tarde, por estar inhabilitados o por fuerza mayor. No porque la alta directiva de
Algunos legisladores olvidaron, o prefirieron no recordar, que habían sido citados ochos días atrás, para las dos de la tarde del martes 17. Tampoco reconocieron que el senador Cáceres esperó hasta las 3:55 para iniciar la votación, cuando se logró un quórum de 57 senadores. Sin embargo, quienes no votaron sacaron a relucir como único argumento el hecho de haberse cerrado el registro muy temprano, ya que la "costumbre" ha sido la de realizar las votaciones, más tarde, pasadas las siete de la noche. ¡Qué disculpa tan banal! ¡Qué irrespeto con el país!
Llama la atención que un joven tan promisorio como Rodrigo Lara se haya dejado contagiar de los caducos vicios de algunos de sus colegas, y en su momento haya considerado normal llegar tarde a la sesión. También irrita que Gustavo Petro no haya sido lo suficientemente claro para reconocer su bochornoso error y traslade a un tercero lo que es de su exclusiva responsabilidad: la reunión privada que adujo como el motivo que le impidió llegar a tiempo para votar. ¿Con qué argumentos señala que Cáceres actuó de manera discriminatoria y arbitraria? ¿Acaso cumplir el reglamento del Congreso es ahora ilegal? ¡No faltaba más!
Por los debates y la votación de la moción de censura al Ministro Fernández, la oposición no puede quejarse. Gozó de todas las garantías. Otra cosa es que por su misma decisión y actuar haya perdido la oportunidad de realizar una función crítica, así como la de plantear y desarrollar alternativas frente a lo que acusaba. Se limitó a una persecución política y a tratar de abonar campañas presidenciales. Y mientras tanto, los ciudadanos tenemos que soportar con impotencia un Congreso paralizado, ajeno a las urgentes reformas que el país espera con prontitud para hacer de Colombia una sociedad más justa y desarrollada. ¿Hasta cuándo? ¿Será una utopía volver a soñar con un Congreso Admirable?
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