Laura Gil
El Tiempo, Bogotá
Noviembre 6 de 2009
Una vez se intercambien los primeros disparos entre Colombia y Venezuela, abundarán los seminarios para analizar el fracaso de la diplomacia preventiva. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Todas las señales de alarma están presentes: un conflicto desbordado en la frontera, con presencia de múltiples actores armados, una creciente penetración del narcotráfico en el país vecino, el apoyo del gobierno venezolano a la guerrilla y la ambición hegemónica de la revolución bolivariana alimentada con los dólares del petróleo. La conflagración colombiana que, durante años, involucró solo intereses locales, se enmarca ahora en el enfrentamiento de dos bloques ideológicos con alianzas extrarregionales. Colombia refuerza sus vínculos con Estados Unidos, mientras Venezuela se acerca a Rusia, Irán y China.
Los confusos incidentes de estos días -masacres, arrestos y espionaje- echan leña al fuego. El gobierno de Colombia ha sido prudente, pero Chávez parece decidido a subir el tono. ¿Cuánto tiempo más podrá Colombia disipar la pelea con silencio? Una solución es cuanto más urgente si se tiene en cuenta que habrá Chávez y Uribe para rato. ¿Cuatro años más de inestabilidad fronteriza?
A este escenario se suma la inoperancia del organismo regional, cuyo papel marginal y accesorio fue notorio en la crisis hondureña. Esta OEA sin rumbo lleva tiempo jugando al avestruz con la cabeza en la arena. En cuanto a las Naciones Unidas, su Secretario General está más interesado en los cambios atmosféricos que en la paz mundial.
Solo Brasil parece dispuesto a asumir la responsabilidad que amerita la gravedad del caso. Cada día juega más duro en las grandes ligas: entiende que su pretensión de un asiento permanente en el Consejo de Seguridad le impone la carga de mantener la calma en la región.
En declaraciones a El País de España, Marco Aurelio García, asesor del presidente Lula, afirmó: "Sería interesante que Colombia y Venezuela acordaran un sistema de vigilancia conjunto de su frontera común". "Nosotros ayudaríamos con medios técnicos, como aviones de vigilancia."
Esto es, ni más ni menos, que una propuesta de despliegue preventivo de un tercer país. Se necesita con urgencia un tercero neutral, no solo en las capitales, para facilitar el diálogo entre los gobiernos, sino en la frontera misma, como un mecanismo de construcción de confianza.
El concepto de despliegue preventivo fue planteado por Boutros Boutros-Ghali en su Agenda para
Ni Colombia, ni Venezuela, ni el Consejo de Seguridad tienen interés en la presencia militar de Naciones Unidas, ni en una operación tan robusta como la de Macedonia. Pero Brasil, por sí solo o como líder de un grupo ad hoc de países, podría hacer posible el monitoreo conjunto del espacio aéreo, terrestre y fluvial.
Las fuerzas militares y policiales de Colombia y Venezuela supervisarían su lado de la frontera, pero contarían con dispositivos técnicos de última generación y un reducido personal humano de terceros países. Estos actuarían como canal de información en tiempo real entre Colombia y Venezuela.
Los cascos azules han jugado este rol dinamizador de la comunicación militar en las fronteras de varios países africanos. ¿Por qué no podría hacerlo Brasil aquí? La alternativa es seguir avanzando hacia la guerra.
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