Por Álvaro Valencia Tovar
El Tiempo, Bogotá
Noviembre 6 de 2009
Vivimos bajo el signo del conflicto. Desde la confrontación armada interna que cubre ya 60 años maltratando la existencia colombiana hasta las relaciones familiares y amorosas, la armonía es la gran ausente. Las quebraditas se nos vuelven torrentes y las capillitas, catedrales. La desarticulación de los organismos oficiales entre sí es dramática: compartimentos estancos no hablan ni coordinan, ensimismados en su funcionamiento interno pero ajenos al diálogo lateral, lo que se traduce en que cada cual anda por su lado y "los choques de trenes" son pan de cada día, para deleite de los medios de comunicación, que acuñaron el término y acuden donde olfatean que puede existir o suscitarse con noticias espectáculo y entrevistas que agudicen los distanciamientos.
Con frecuencia nos preguntamos si es una característica colombiana o si es la idiosincrasia latinoamericana. Tal parece que es más lo segundo, como lo verificamos a diario, comenzando por nuestros vecinos y culminando el fenómeno con Unasur, donde los propósitos unitarios se contradicen con los antagonismos, las incriminaciones y no pocas veces con el ánimo camorrista de jefes de Estado que se observan, como diría el padre Astete en su inefable Catecismo, con miradas de "ahí te caigas muerto".
Si se penetra hacia el fondo de tales confrontaciones se halla que serían evitables con un poco de sentido común y no menos cordura. El primero, desdichadamente, es el menos común de los sentidos. La segunda resulta planta exótica en la maraña selvática que nos rodea. Veamos algunos casos.
El lío de la terna gubernamental para
Pasando al plano internacional, con nuestras repúblicas hermanas y vecinas son lo menos hermanables de que se tenga noticia desde la disolución de
No se trata aquí de enjuiciar a nadie, pues hacerlo significaría lanzarse de cabeza al conflicto, sobre el cual nuestra ciudadanía consciente tiene su criterio formado. Sino de señalar cómo el sentido común y la cordura podrían haber evitado rupturas y distanciamientos perjudiciales para todos y ahora remediar el daño que nos venimos infligiendo. Condiciones estas que deben descender desde lo alto de los tres Estados. Como esto no se produce en medio de la borrasca, de nosotros los ciudadanos que desearíamos ver a nuestras respectivas naciones trabajando en paz y armonía por materializar los ideales que en los congresos de Angostura y
Esta teoría halla su mejor comprobación en el progresivo restablecimiento de las relaciones bilaterales con el Ecuador.
Agrias disputas presidenciales, ruptura de relaciones diplomáticas, interrupción del tránsito fronterizo, barreras arancelarias están cediendo el paso a la normalización de todo lo alterado. Los dos presidentes abrieron el camino. Los cancilleres lo adelantan con buenos auspicios. ¿Para qué tanta pendencia evitable o, en segunda instancia, arreglable? En cambio, con el presidente Chávez, aquellas dos condiciones no han hallado acogida, en el comandante de la boina roja. ¿Hasta cuándo?
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