viernes, 20 de noviembre de 2009

Deuda ‘made in China’

Rafael Bravo

El Mundo, Medellín

Noviembre 20 de 2009


La visita del presidente Obama a la China está siendo comparada eufemísticamente como el protocolo que le hace el deudor a su banquero. Al fin de cuentas, los chinos han adquirido pagarés ( léase Bonos del Tesoro ) por una cifra ligeramente superior al billón de dólares y con tendencia a que siga subiendo por el creciente déficit del gobierno norteamericano. Lo anterior ha puesto al prestamista bastante inquieto y ha expresado su disposición a continuar comprando deuda siempre y cuando el gobierno Obama tenga claro un plan de pagos. El país asiático es quizás el único que está en capacidad de poner en peligro la hegemonía estadounidense, a la vez que aspira a ser reconocido como un nuevo actor no solo en la política internacional, sino en su papel de potencia cada vez más importante en la economía mundial.

El endeudamiento de los hogares estadinenses en las últimas décadas ha propiciado un espectacular desarrollo del país asiático como quiera que un altísimo porcentaje de los bienes de consumo no duradero provienen de ese país. Un modelo exportador con mano de obra barata y una tasa de cambio artificial es lo que explica el auge de la economía china. Resulta claro que los Estados Unidos no podrán seguir manteniendo una balanza comercial a favor de China pues el modelo no es sostenible hacia el futuro.

Para entender la evolución de ambas economías es necesario destacar como la crisis reciente ha impactado a ambos países de manera opuesta. En ambos casos se utilizaron dineros del estado para recuperar la senda del crecimiento. Sin embargo, los resultados son distintos: mientras China cerrará con un crecimiento de su producto por encima del ocho por ciento, los Estados Unidos llegarán si acaso cerca del uno y medio por ciento. Si bien todavía hay una gran ventaja en el producto interno bruto de cinco a uno, la tendencia favorece a China y al resto de las economías asiáticas.

A su vez esa nación va ajustando lentamente su papel como uno de las principales potencias mundiales mientras anda en búsqueda del balance que le permita ejercer su autoridad y manejar la responsabilidad que surge cuando se es un jugador con el cual hay que contar. Y es aquí en donde los chinos desaprueban a la hora del examen: una economía de orientación capitalista con un severo control gubernamental que vuelve inflexible la iniciativa privada. Un creciente deterioro del medio ambiente debido a su rápida expansión industrial y un lamentable record en el manejo de los derechos humanos.

El periplo al Asia y a China en particular ha sido interpretado como la nueva visión de Washington aceptando a ese territorio como un importante socio en lugar de un rival al cual es necesario involucrar para enfrentar los retos de la creciente globalización. China y Estados Unidos participan entre si del mayor flujo de comercio del planeta y se han convertido en un tiempo relativamente corto imprescindibles cuando se trata de mover la aguja de las inversiones. Asimismo, dado el peligroso control de papeles de deuda norteamericana en manos del gobierno chino, el liderazgo de la administración Obama debe partir de la base de un dialogo tanto estratégico como económico de modo que no se afecte la primacía norteamericana.

Los Estados Unidos tienen que entender que el modelo de crecimiento basado en el consumismo, el endeudamiento y las importaciones es un asunto del pasado. Además, que Wall Street le debe servir no solo a los banqueros sino a la economía productiva. Finalmente, el alma norteamericana tendrá que recuperar ese espíritu innovador y creativo que sirvió como la semilla para el desarrollo y la prosperidad de sus habitantes en momentos de crisis.

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