Editorial
El Mundo, Medellín
Noviembre 20 de 2009
La grosera reacción de Chávez deja bien claro a los “preocupados” europeos de qué lado está Unasur y por qué no se ha pronunciado ni se pronunciará.
Ayer se conoció un comunicado de la presidencia de la Unión Europea en el cual “expresa su preocupación por la situación de tensión” que se vive entre Colombia y Venezuela y “llama a ambas partes a atenerse al derecho internacional y a los acuerdos mutuos existentes”. Igualmente, exhorta a ambos gobiernos “a abstenerse de acciones o declaraciones que puedan deteriorar la situación”, a “buscar soluciones a través del diálogo” y “adoptar posibles medidas de confianza mutua, incluso a través del apoyo de organismos regionales”. Les agradecemos la preocupación a los amigos europeos y esperamos que sea genuina, pero nos parece equivocado que, en aras de una pretendida neutralidad, ignoren que en este conflicto está clarísimo cuál es el país agresor y cuál el agredido.
¿Acaso estaban en la luna los dirigentes de la UE cuando el coronel-presidente Chávez pronunció aquella amenaza bélica, que retumbó por todo el sistema informativo mundial, en la que, dirigiéndose al Ejército y al pueblo de su país, manifestó: “No perdamos un día en nuestra principal misión: Prepararnos para la guerra y ayudar al pueblo a prepararse para la guerra, porque es responsabilidad de todos”? ¿Tampoco se enteraron de la respuesta, mesurada pero firme, y absolutamente ceñida a los cánones diplomáticos, que dio el Gobierno de Colombia en el sentido de que “no ha hecho ni hará un solo gesto de guerra a la comunidad internacional, menos a países hermanos” y que el “único interés que nos mueve es la superación del narcoterrorismo que durante tantos años ha maltratado a los colombianos”?. Es una lástima que los señores de la UE no se dieran por enterados de ese pronunciamiento, en el que, por cierto, Colombia ofreció mantener “su disposición al diálogo franco, a las vías del entendimiento y de las normas del derecho internacional” y anunció que “ante estas amenazas de guerra pronunciadas por el Gobierno de Venezuela, el Gobierno de Colombia se propone acudir a la Organización de Estados Americanos y al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas”.
Pareciera que para la Unión Europea es lo mismo quien agravia, desafía y llama a la guerra, que quien manifiesta que no responderá agravios ni desafíos y que, por ningún motivo, busca agredir a nadie, ni entrar en guerra con nadie y que todo lo que se propone es seguir luchando contra el narcotráfico y el terrorismo, dos males a los que, por cierto, no es ajena la Unión Europea, ya que la batalla que aquí se libra contra esos flagelos, en estrecha alianza con Estados Unidos y ahora con mayores veras a través del trabajo mancomunado desde las bases militares aprobadas dentro del acuerdo de Cooperación que tanto irrita al coronel Chávez, también repercutirá favorablemente en la sociedad europea, pues no pude ignorarse que allí está el segundo gran mercado de la droga en el mundo. Y aun cuando se dice que “los países no tienen amigos sino intereses” y son muchos los que algunos países europeos tienen fincados en la Venezuela chavista, sería bueno que si no han de hablar con franqueza y sin eufemismos, dejando de prender una vela a Dios y otra al diablo, mejor se ahorraran esa falsa retórica mediadora.
Se nos llama a “atenernos al derecho internacional y a los acuerdos mutuos”, pero aquí quien ha estado violando flagrantemente el derecho internacional y la Carta de la OEA, en relación con el respeto a la soberanía y la no injerencia en los asuntos internos de otro país, es el señor Chávez, y no de ahora sino prácticamente desde que asumió el poder. El sábado anterior el presidente venezolano reiteró su llamamiento a “prepararse para la guerra” y descartó cualquier posibilidad de normalizar las relaciones diplomáticas y comerciales con Colombia, que dejó en suspenso desde agosto pasado, en represalia por la negociación del acuerdo bilateral con EEUU. Aparte de esa descarada injerencia en un asunto soberano de Colombia, la drástica restricción del comercio bilateral, que había tenido ya un antecedente a principios de 2008, es claramente violatoria no sólo de los acuerdos bilaterales y la normas que rigen el comercio internacional, sino de los derechos de comerciantes, transportadores, exportadores, importadores y consumidores de uno y otro lado de la frontera.
Nos insta la Unión Europea a crear mecanismos de confianza mutua y a buscar para ello el apoyo de organismos regionales. Si se refieren a la OEA, antes de que se lo recomendaran, el Gobierno de Colombia acudió a esa instancia para denunciar las amenazas y los atropellos del vecino pendenciero y estamos a la espera de algún pronunciamiento contundente, aun cuando no nos hacemos muchas esperanzas. Y si se refieren a la Unión de Naciones de Sudamérica, ya el canciller Bermúdez dijo lo que había que decir: “Frente a unas declaraciones de un jefe de Estado de uno de los países miembros, con un carácter bélico y hablando de guerra, es muy llamativo y al mismo tiempo decepcionante, que Unasur, que procura precisamente en el Consejo de Defensa, la tranquilidad, la estabilidad y la paz de la región no haya dicho nada”. La grosera reacción del coronel Chávez, llamando “cínicos” y “desgraciados” al presidente Uribe y su canciller, deja bien claro a los “preocupados” europeos de qué lado está Unasur y por qué no se ha pronunciado ni se pronunciará
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