Hugo Acero Velásquez
El Tiempo, Bogotá
Noviembre 21 de 2009
Los grandes carteles de la droga de Colombia, Perú y Bolivia comprendieron que los mercados de consumo de los países latinoamericanos son tan importantes como los norteamericanos y europeos y desde hace algunos años se dedicaron a abastecerlos con toneladas de droga, que en algunos casos dejan en los países como parte de pago a las organizaciones criminales locales, que les garantizan el paso de grandes cantidades por sus territorios hacia mercados del norte y de Europa, como ha sido el caso de México, los países centroamericanos y Suramérica: Ecuador, Venezuela, Brasil, Paraguay, Argentina y Chile, entre otros.
Países en los que no solo ha crecido el consumo de droga, sino que ven cómo se corrompen algunas de sus autoridades y se fortalecen las organizaciones criminales locales dedicadas a esta actividad y al manejo de otras, como el contrabando, el comercio de armas, la trata de personas, el secuestro, la extorsión, el sicariato y gran cantidad de hurtos, delitos que están deteriorando, de manera grave, la seguridad de los ciudadanos, como lo demuestran el crecimiento desmesurado de la violencia en trece países de la región en los últimos ocho años, y la preocupación ciudadana por el tema de la inseguridad, que hoy ocupa el primer lugar, según la encuesta del Latinobarómetro del 2008.
Los países centroamericanos se han convertido en el puente de la droga hacia los Estados Unidos. En el 2005, el director de la DEA, Michael Braun, estimaba que el 92 por ciento de la cocaína enviada a este país transitaba por el corredor centroamericano.
Recientemente, el Departamento de Estado de los Estados Unidos informó que el 70 por ciento de la droga de los carteles colombianos sale por Venezuela. En Perú, una parte ale directamente hacia el norte por Centroamérica y la otra baja hacia el sur, buscando evadir los controles y llegar a Europa o a Estados Unidos vía los puertos y aeropuertos chilenos argentinos o brasileños.
En Bolivia, la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico (FELCN) considera que las organizaciones peruano-bolivianas operan por cuatro corredores internacionales, que unen al país con los mercados de Argentina, Brasil, Chile y Europa. En Brasil, los estados de Mato Grosso y Paraná, limítrofe con Bolivia, Paraguay y Argentina, son los que reciben la droga, que posteriormente será comercializada en Sao Paulo y Río de Janeiro, o enviada a Europa. En Argentina, los carteles, especialmente mexicanos, colombianos y peruanos, dominan el mercado nacional y la exportación hacia Europa y finalmente Chile y Ecuador, donde sus autoridades consideran que sus países están siendo utilizados como puentes para exportar estupefacientes.
Definitivamente, el narcotráfico no está sólo de paso por los países latinoamericanos, sino que llegó para quedarse en todos y para afectar, de manera grave, la seguridad de los ciudadanos, lo que genera hechos de violencia, que en muchos casos superan a las autoridades de seguridad y justicia nacionales (federales), estatales y municipales. Los ciudadanos, en los municipios, ven cómo, con la llegada del narcotráfico, en particular del 'narcomenudeo', la inseguridad y la violencia crecen, como está sucediendo en la mayoría de las ciudades latinoamericanas.
Desde Canadá hasta la Patagonia, no existe una sola ciudad que no esté padeciendo los efectos del narcotráfico y el 'narcomenudeo', mientras que los gobiernos no quieren cooperar entre sí y comprender que, sin la participación de los Estados Unidos y los países europeos, es imposible controlar este problema. Si los gobiernos latinoamericanos no asumen el problema del narcotráfico en sus territorios con seriedad, más temprano que tarde van a recorrer el camino de violencia que hoy está padeciendo México y que Colombia recorre todavía, a pesar de haber reducido su violencia en los últimos años.
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