lunes, 2 de noviembre de 2009

El servicio de inteligencia colombiano

Alfonso Monsalve Solórzano

El Mundo, Medellín

Noviembre 1 de 2009

El documento del DAS en poder de las autoridades venezolanas es un campanazo de alerta sobre nuestra seguridad nacional. Como el ladrón, que para despistar grita “cojan al ladrón”, el gobierno del vecino país prueba fehacientemente no que el gobierno colombiano lo esté espiando sino que es él quien está espiando al nuestro. Y que el boquete de seguridad es grande. Por él pasa información sensible que termina en manos de un gobierno crecientemente hostil, para ser usado, como en esta ocasión, hábilmente en contra nuestra, o peor aun, para conocer nuestras debilidades y políticas de defensa, con el fin de ajustar, silenciosa pero letalmente, su estrategia de agresión.

Se debate internamente los alcances de nuestro servicio de inteligencia. Pero lo que no puede hacer dicho debate, en mi opinión, es soslayar que la seguridad pasa por esta actividad. Ésta es de la esencia misma de la supervivencia de cualquier nación. Más en Colombia, enfrentada como está a las amenazas internas del terrorismo de izquierda y de derecha y del narcotráfico, y de las intimidaciones, chantajes y provocaciones provenientes, especialmente, del gobierno venezolano, cuya política sistemáticamente apunta a desestabilizar y aislar internacionalmente a nuestro estado y nuestra sociedad.


Todos los indicios tienden a señalar que crecerá y aumentará en gravedad, el número de agresiones e incidentes de todo tipo –económicos, políticos, militares- deliberadamente provocados, con el argumento de que desde nuestro gobierno se está realizando un complot contra su homólogo bolivariano.


Para la muestra, algunos botones: la compra masiva de armas ofensivas y los pactos militares con potencias extranjeras por parte del gobierno venezolano, no requiere según ellos, de explicación; pero el pacto firmado por Colombia con los Estados Unidos, para el uso compartido de siete bases militares nacionales para la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico internos, sí, y el país es sometido al escarnio internacional. La creación de una milicia paramilitar bolivariana de más de un millón de personas; la muerte, manejada de manera cruel, despectiva y humillante de colombianos, acusados de paramilitares, algo que no ha sido probado; el cierre del comercio bilateral; los esfuerzos por enemistar al gobierno colombiano con países vecinos, diciendo que desde aquí los están espiando.


Todos estos hechos (y muchos otros) plantean la posibilidad no descabellada de que algo muy serio se está urdiendo contra Colombia. No es ésta una aseveración paranoica de quien ve amenazas y ataques militares en cualquier acción del gobierno venezolano. Sólo digo que todo esto merece la atención y análisis de nuestros organismos de seguridad. Colombia tiene derecho a poseer un servicio de inteligencia, civil, que recolecte, analice y decante información, con el propósito de preservar el territorio, la democracia y la unidad nacional.


Pero sospecho que la tarea se viene haciendo muy mal. Que los análisis de inteligencia, realizados, según el director del DAS, desde Colombia, se muestren en la televisión venezolana como “prueba” de una conspiración en su contra, lo único que prueban es que aquí, de contrainteligencia, nada. Lo que se sigue de esto es que hay gente que está entregando información secreta a los enemigos externos (e internos), y, posiblemente, no de ahora. Pero todo parece indicar, por la sorpresa manifestada por el director del DAS, es que allí no se tenía la menor sospecha de que algo tan grave estaba ocurriendo.


Creo que este incidente con Venezuela debe ayudarnos a reflexionar. Por supuesto, los organismos de inteligencia no se diseñaron para espiar a ciudadanos opositores, jueces o magistrados. Es necesario, que actúen dentro del marco de la ley y con los debidos controles. Quienes utilicen indebida y delictivamente las herramientas y el poder puesto en sus manos, deben ser castigados. Soy consciente de que la descomposición y la polarización facilitan la pesca en río revuelto. Pero creo pertinente decir que no es bueno para el país permitir, por acción u omisión, que su actividad de inteligencia, realizada por una agencia de carácter civil, se debilite o desaparezca.


Se ha dicho que el DAS será disuelto y en su lugar se creará una nueva agencia, concentrada en inteligencia destinada a la seguridad del Estado. Cualquiera sea el curso de acción, el hecho es que necesitamos urgentemente un servicio de inteligencia, de carácter civil, fuerte, eficiente, legítimo, que encarne los intereses del Estado y no los particulares de un determinado gobierno, en el que la contrainteligencia cumpla su papel para preservar el Estado al que sirve.

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