Editorial
La Patria, Manizales
Noviembre 21 de 2009
Las relaciones con los vecinos no han sido precisamente un camino de rosas para Colombia durante el mandato del presidente Álvaro Uribe Vélez. Al contrario, durante estos siete años sólo espinas ha encontrado el mandatario en este aspecto, lo que ha obligado al gobierno a actuar de acuerdo con la dinámica que le ponen los hechos, lo que en ocasiones ha provocado que se vea titubeante.
No obstante, desde hace un tiempo para acá la estrategia emprendida por el Ministerio de Relaciones Exteriores, al centrarse sólo en los canales diplomáticos, tal y como debe ser, para responder a los vecinos empieza a dar sus frutos con el gobierno ecuatoriano, después de 20 meses, por medio del bilateralismo, y se espera que también se coseche igual, pero en el multilateralismo, los canales diplomáticos ejercidos contra Venezuela.
Cuando se presentó el rompimiento de las relaciones con Ecuador por cuenta del ataque al campamento de Raúl Reyes en su territorio, entró Chávez a terciar y amenazó con mover batallones a la frontera con Colombia. El que se sentía agredido era el vecino del sur y después de la cumbre de Río en República Dominicana parecía que no había vuelta atrás en las relaciones entre Correa y Uribe. Sin embargo, como siempre la fuerza de la palabra bien usada ha permitido que ya se nombraran encargados de negocios en cada país, mientras que los ministerios de Defensa empiezan a dar los primeros pasos, así como la reactivación de la Combifrón, mecanismo para solucionar los problemas bilaterales.
Al otro lado está la fuerza de la palabra, pero para encender la hoguera. La falta de contención de su verbo ha provocado que cada vez se vea más lejana la normalización de las relaciones con Venezuela, pues Hugo Chávez un día dice que lo malinterpretaron, pero al otro trata de desgraciados al Presidente colombiano y a su Ministro de Relaciones Exteriores, más tarde manda a bombardear puentes peatonales que sólo servían para mantener conectados a los habitantes fronterizos, pues como en cualquier límite de estas características el flujo de un lado al otro es la cotidianidad, porque son las mismas familias, separadas por la división política territorial.
Los canales usados en busca de la contención de Chávez son de más lenta solución, pues se debe acudir al multilateralismo, pero es necesario que alguien le ponga coto a su beligerancia y a sus actos de provocación. En cualquier momento una palabra de más, un disparo de algún lado de cualquier desconocido puede terminar en una tragedia sin retorno. La prudencia mostrada por Colombia es importante, pero debe estar acompañada de firmeza y esto incluye reclamar más a Washington y a la OEA para que intervengan y le recuerden al ex golpista coronel que a través de los micrófonos no se arreglan los problemas y menos afectando a los ciudadanos.
Aún falta mucho para volver a ganar la confianza de Ecuador plenamente, pero los pasos certeros, con paciencia y prudencia que han dado los ministerios de Relaciones Exteriores de ambos países son ejemplo de cómo cuando hay capacidad de diálogo todo se puede arreglar, con respeto y entendiendo las diferencias y las razones del otro. Algo que resulta casi sin sentido con Chávez, quien a cada salida diplomática de Colombia vuelve con su arremetida. Razón tienen los congresistas brasileros que pusieron en el congelador el posible ingreso de Venezuela al Mercosur, pues la falta de claridad en sus políticas puede terminar arrastrando al continente a la debacle.
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