martes, 3 de noviembre de 2009

Gobierno, empresas, sindicatos

Editorial

El Mundo, Medellín

Noviembre 3 de 2009

Ahora que el señalamiento por la persecución contra el sindicalismo recae sobre las Farc, esperamos que los sindicatos acudan a sus amigos en el exterior para exigirle a la justicia colombiana que evite la impunidad de esos actos terroristas

Ante un auditorio integrado por dirigentes empresariales y sindicales de la Compañía de Empaques, el presidente Uribe denunció a las Farc por el asesinato de cuatro maestros sindicalizados en Nariño. Días antes habíamos tenido noticia de hechos semejantes en Arauca, donde el gobierno ha tenido que intensificar el programa de atención a sindicalistas amenazados, con el que el país ha decidido brindar especial atención a la dirigencia de los trabajadores en riesgo. Nuestros dirigentes sindicales tienen una amplia red de relaciones internacionales que incluye a dirigentes demócratas estadounidenses y la izquierda europea. Esos aliados les han servido como cajas de resonancia para sus denuncias por violaciones a sus derechos y para frenar la aprobación de los tratados de libre comercio. Ahora que el señalamiento por la persecución contra el sindicalismo recae sobre las Farc, esperamos que los sindicatos acudan a sus amigos en el exterior para exigirle a la justicia colombiana que evite la impunidad de esos actos terroristas de la narcoguerrilla. ¿Los atenderán quienes revisten a las Farc de un aura romántica que nada tiene que ver con su crueldad?


En equivocada actitud útil a los intereses de la oligarquía sindical del primer mundo y lesiva para la generación de empleo en Colombia, nuestros dirigentes sindicales se han aliado con sus homólogos en países con los que se negocian los tratados de libre comercio, para evitar la firma de esos convenios. Ya es hora de que los trabajadores colombianos se pongan la camiseta de sus compatriotas para respaldar acuerdos que nos permitirán eludir la encrucijada señalada por el presidente Uribe, al mostrar que cuando “hay un problema en la economía de un país vecino o con su Gobierno, ahí mismo se afectan nuestros empleos”. El libre comercio, la competencia equitativa y las puertas abiertas en el mundo son pilares sobre los cuales descansa la posibilidad de generar más y mejores empleos en Colombia.


La conmemoración del 55º aniversario de un sindicato que optó por reconocer que su prioridad es garantizar el crecimiento de la empresa fue escenario para la discusión sobre temas que hoy se encuentran en el centro del debate: el salario mínimo y el recorte a los parafiscales que pagan empresarios y trabajadores para sustentar el Sena, el Icbf y la compensación familiar. Allí quedó claro que el Gobierno no acepta los recortes propuestos en esos ingresos y beneficios de los trabajadores, con el ánimo de atraer mayor inversión extranjera, pues no cree que ese sea el medio para despertar confianza inversionista.


Con la esperanza de que la disminución del valor del salario mínimo conduzca a la disminución de la informalidad, algunos estudiosos han venido insistiendo en la necesidad de reducir el precio de ese referente del mercado laboral. El riesgo de tal medida es, como señaló el Presidente, que “si uno rebaja el salario mínimo es como maquillar un balance: aparecería menos ciudadanía laboral en la informalidad, pero también menos calidad de vida”. La productividad y competitividad que el país alcanzará al llegar a nuevos mercados y políticas que estabilicen la tasa de cambio deberán convertirse en pilares del crecimiento de las oportunidades de trabajo. Otra opción es sumamente lesiva para sectores que ya han visto su ingreso muy golpeado.


El Director de EL MUNDO hizo parte del grupo investigador que en
la Andi concibió y dio vida al régimen de subsidio familiar y al Sena, instituciones pioneras de la parafiscalidad en Colombia y, a pesar de algunos sobresaltos en su historia, modelos de equidad con los sectores más desfavorecidos de la sociedad. A más de los indudables beneficios que esta contribución ha traído a las familias más pobres, su gestación es ejemplar, pues resultó del acuerdo de patronos y trabajadores para dar vida a instituciones que generaran equidad. Esa parafiscalidad que resulta del consenso y pone los ingresos al servicio de los más débiles de la pirámide social es un avance de trascendencia que es preciso defender en aras de garantizar mejores niveles de calidad de vida para los trabajadores. Otro aspecto tendría que ver con las pretensiones sectoriales de gremios, como Fedegan, que quieren valerse de un modelo exitoso para recaudar y disponer de la contribución del sector lechero que debería ser manejada por sus legítimos personeros. En su momento, abundaremos sobre las razones de nuestra oposición a ese abusivo intento de despojo.


El acto con el que el Sintraempaques conmemoró su 55º aniversario augura un nuevo clima en las relaciones laborales del país, en el que debe ser posible mantener la defensa de los intereses de las partes amparándose en pactos trascendentales de respeto por la democracia y de protección del trabajo de todos, que imponen la defensa de las empresas y el respeto por la ley como principio de toda relación laboral. En el caso de este sindicato y en su semejante en Cementos Argos, Colombia asiste al nacimiento de lo que ojalá se constituya en una revolución silenciosa que fructifique en nuevas formas de relación en el mundo del trabajo y de defensa de los intereses de empleados y patrones, que no pueden ser tan diferenciados como lo pretendió la izquierda radical.

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