Editorial
El Espectador, Bogotá
Noviembre 23 de 2009
Hechos tan condenables como la voladura de dos puentes peatonales entre el Táchira y Norte de Santander, buscando lograr un difuso efecto mediático, no contribuyen en nada a despejar el oscuro panorama binacional. Tras la salida en falso al tocar los tambores de guerra contra Colombia y la obligada rectificación ante la adversa reacción de la comunidad internacional y las complicaciones para su ingreso al Mercosur, el mandatario venezolano acude ahora al peligroso expediente de las provocaciones focalizadas.
Sin embargo, en este episodio las cosas tampoco le salieron bien. El presidente Uribe y el canciller Bermúdez han continuado con un manejo prudente y serio. No se han desgastado, en su acercamiento a
Regresando a Venezuela, hasta finales de los noventa se decía con frecuencia que allí el único tema que aglutinaba a la inmensa mayoría de la población era el de la relación con Colombia. Sin embargo, con la llegada de Chávez al poder y la polarización que ha generado, ese alineamiento no existe más. La mayoría de los venezolanos sienten a Colombia como un país con el cual hay que mantener la mejor relación posible.
Una reciente encuesta llevada a cabo en el país vecino mostró que un 80% de los encuestados rechaza totalmente una acción bélica contra Colombia. Allá, como acá, la mayoría de la gente vive pendiente de sus problemas cotidianos y por ningún motivo está dispuesta a acompañar semejante disparate. La violencia callejera que se cobra, tan sólo en Caracas, cincuenta vidas cada fin de semana; los reiterados cortes de agua y luz como fruto de las deficientes políticas energéticas; un desabastecimiento permanente, debido a la política populista de control de precios, que se ha visto acrecentado por las medidas comerciales adoptadas en contra de nuestro país, y una inflación galopante que afecta de manera directa el bolsillo de todos los venezolanos, son motivos más que suficientes para que la gente les dé la espalda a las políticas guerreristas. No podría ser de otra forma.
Los hechos continuarán demostrándole a Hugo Chávez que la fuerza de la razón, al buscar el diálogo y la concertación, está del lado colombiano y que quien juega con candela puede terminar quemándose.
Nunca es tarde para rectificar, como él mismo lo ha demostrado en ocasiones anteriores, y
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