Raúl Lombana Hernández
El Tiempo/Opinión, Bogotá
Noviembre 19 de 2009
Un hombre que entregó los mejores años de su vida para salvaguardar
El Palacio de Justicia hace 24 años fue arrasado y casi desbaratado en su totalidad. El 6 de noviembre de 1985, un grupo de terroristas, dizque actuando en representación de los más desfavorecidos del país, se tomó a sangre y fuego el estandarte de la justicia colombiana. Ese grupo de delincuentes, autodenominados Movimiento 19 de abril, M19, cometió la barbarie que aún es recordada por el pueblo colombiano. Utilizando un nombre rimbombante -Operación Antonio Nariño por los derechos del hombre-, estos criminales subvencionados con dineros del narcotráfico de la época se tomaron la edificación. Curiosamente, hoy victimas y victimarios comen del mismo plato. Es decir, tanto los miembros de
La toma del Palacio de Justicia, según los terroristas de la época, buscaba hacerle un juicio revolucionario al presidente de la república, Belisario Betancur Cuartas. Tiempo después de los hechos, que aún sacuden al país y en especial a miembros del Ejército Nacional, se ha sabido que toda la operación con su nombre rimbombante lo que, realmente, buscaba era destruir los expedientes de los narcotraficantes solicitados en extradición. Es decir, todo el operativo era un mandado de la mafia colombiana. Para cumplir con su objetivo, el grupo terrorista se tomó la edificación a sangre y fuego dejando como resultado la bobadita de 55 muertos y 11 desaparecidos.
Los cruentos hechos de 1985 fueron mantenidos ocultos a la comunidad nacional e internacional por mucho tiempo en beneficio del grupo terrorista. El mismo gobierno, al cual quisieron arrodillar los enemigos del modelo estado colombiano, les otorgó el perdón y el olvido a estos terroristas. Aún más, fueron indultados y hoy sus miembros disfrutan de las mieles del poder. Peor aún, se han querido convertir en el faro moral de la república.
Lo paradójico y doloroso para el resto del pueblo colombiano, es que mientras los causantes de tal barbarie están libres, los que por su condición de ser responsable de la seguridad y retomaron el Palacio estén siendo vilipendiados e injuriados por una camarilla subvencionada con los mismos dineros del pasado. Los recursos con que financiaron la toma son los mismos que parecen estar detrás de todas las acusaciones en contra de los oficiales responsables de la retoma y en especial en contra del Coronel Plazas.
El Coronel Plazas desde su sitio de reclusión debe estar pensando que el pueblo colombiano lo ha abandonado y lo ha dejado solo. Al Coronel lo han querido convertir en el trofeo de guerra de quienes aún se camuflan en la civilidad, pero que todo el pueblo colombiano sabe hasta la saciedad que no son más que terroristas vestidos de civil. Hoy, el Coronel Plazas es ultrajado en su dignidad de persona y de militar, mientras los ideólogos de la toma están sueltos y, peor aún, siguen conspirando en contra de Colombia. Hoy, el Coronel Plazas es juzgado por un poder judicial que cada día ratifica ser una ficha de los que en el pasado se tomaron al Palacio de Justicia, mientras los miembros del M19, entre ellos Gustavo Petro, despotrica incesantemente del estado que lo alimenta.
Hoy, el Coronel Plazas es responsabilizado de cuanto sucedió en la toma del Palacio, mientras que a los terroristas, que fueron los únicos responsables de tal holocausto, se les ha cubierto con un manto de impunidad, peor aún, con una patente de corzo para seguir atacando al estado. Hoy, el Coronel Plazas es mostrado infamemente por los enemigos del modelo estado colombiano como trofeo de guerra, mientras que los culpables de la toma del 6 de noviembre se pasean y pavonean como los paladines de la justicia y de la moral. Hoy, el Coronel Plazas es sometido al escarnio público por los que en el pasado hicieron oídos sordos a las suplicas del pueblo colombiano, mientras que hoy estos mismos actúan como verdugos cobrando venganza por los golpes que les ha propinado la fuerza pública a sus aliados de la manigua. Así que, no se puede permitir que la suerte y la vida de un colombiano, que ofrendó su vida y la de su familia, esté en manos de un poder judicial que cada día despierta dudas y suspicacia en el pueblo colombiano. Afortunadamente, hay unos colombianos valerosos que han acompañado al Coronel Plazas en este camino tortuoso que le ha deparado el destino.
Por último, las familias de los desaparecidos de la toma y retoma del Palacio están en su derecho de exigir la condena ejemplar de los causantes de tal acción, pero esta exigencia debe ser completa. Los familiares de los desaparecidos deben tener el coraje, así como lo hacen en contra del gobierno, de exigirle a los ex miembros del M19 que digan también la verdad y además que los reparen patrimonialmente. No se puede seguir cayendo en el juego perverso de que toda la culpa de los males que ha sufrido Colombia ha sido el Estado, mientras que los verdaderos causantes del dolor que ha vivido el pueblo colombiano sean perdonados impunemente.
La ñapa: El pueblo colombiano que respeta la institucionalidad y el modelo de Estado, debe aunar fuerzas para rodear las instituciones. No se puede permitir que una minoría subvencionada con dineros del narcotráfico y del chavismo derrumben la democracia Colombiana. El pueblo colombiano debe rechazar a través de medios pacifistas la acción que se viene llevando a cabo en contra de la patria. El país tiene unos enemigos declarados y decididos a hacer todo lo posible para destruirnos como nación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario