Samuel Arango M.
El Colombiano, Medellín
Noviembre 23 de 2009
Lo cruel es que para nuestra sociedad el reclutamiento de niños no parece ser un delito. Prácticamente no hay denuncias.
María es una excombatiente. Estuvo varios años en armas. Es ahora reinsertada. Nos dijo con firmeza: "No esperen a que los jóvenes pasen por las armas antes de reconocerlos como sujetos de derecho. Háganlo antes de que se enrolen. Cómo es posible que yo ahora goce de los derechos porque estuve en la guerra. No nos dejen sufrir tanto".
María fue una de las tantas jóvenes que, como narraba Luis Eladio Pérez, estuvo desde muy niña en la guerrilla. Si no se iba a vivir con uno de los jefes para que la respetaran y para tener privilegios, tenía que prestar su cuerpo los miércoles y los viernes, para contribuir a la "salud" mental de los guerrilleros. Si quedan embarazadas las obligan a abortar o si están muy avanzadas las dejan alumbrar y luego les quitan los hijos y se los entregan a familias campesinas y no los vuelven a ver.
Pero el terror no termina ahí. Se sabe que con seguridad el 80% de los niños que van a la guerrilla lo hacen voluntariamente. Otros son forzados. También se sabe que el 80% de los que salen lo hacen voluntariamente y los otros no los dejan. Si nos preguntamos por qué se entregan a las armas, hay varias causas. La más lastimosa es la violencia intrafamiliar (20%). Otras veces les ofrecen un salario (34.5%).
¿Qué hacen los niños en la guerrilla? Cuidan secuestrados. Regalan su cuerpo. El 80% arman y entierran minas antipersonal. Actúan como estafetas o correos. Hacen espionaje. Los ponen como carne de cañón.
Por Dios, este problema lleva más de 40 años en Colombia y nosotros tan tranquilos.
En el Guaviare en este momento hay 20.000 desplazados, lo dijo el alcalde de San José que es a donde van a parar la mayoría. Son la mitad de los habitantes del municipio. La causa: evitar el reclutamiento forzado de los niños por la guerrilla. Prefieren huir a entregarlos.
Es cierto que las fuerzas armadas han recuperado gran parte del territorio nacional. Pero eso no basta. Hay que llegar con educación, salud, oportunidades de estudio y de trabajo, justicia.
No basta con limpiar las tierras del terrorismo, hay que llenarlas de acciones que permitan a los niños y a los mayores vivir plenamente.
Ahí les queda esta durísima realidad. ¡No más niños en la guerra!
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