Juan David Escobar Valencia*
El Colombiano, Medellín
Noviembre 23 de 2009
La andanada de amenazas provenientes, no del pueblo, sino del gobierno venezolano encarnado en la persona de su patético caudillo, resulta cada vez más insoportable, así la prudencia obligue a nuestro gobierno a morderse la lengua en aras de no seguirle el juego a quien en el desespero por su proceso fracasado, ladra como un perro rabioso.
La situación colombiana, como lo demuestran los hechos hasta el momento, es bastante solitaria, a pesar de que Colombia pertenece a todas o a la mayoría de las instituciones regionales que existen, incluso en aquellas en las que nada tiene que hacer, como su ridícula e inentendible membresía en los "No alineados", o en Unasur, institución que como dije en otra columna "nació muerta, si es que de verdad nació, y que es el nombre nuevo para un fracaso viejo".
El pensamiento estratégico enseña desde hace milenios que las alianzas son instrumentos poderosos que siempre deben considerarse, pero también advierte que las alianzas no se hacen por el solo hecho de hacerse o quedar bien ante los demás, sino por la necesidad y el mutuo beneficio de las partes, y que primero se plantean los objetivos y luego la necesidad de aliarse y con quién. No se alía uno primero y luego se pregunta cuáles son los objetivos. Y es precisamente la posibilidad de cumplir los intereses propios, sin descartar los colectivos, lo que determina la permanencia en una asociación. No puede calificarse de aislacionista a quien decide, por defender sus intereses legítimos y sensatos, retirarse o no adherir a cuanta organización se crea.
Mi profesor y amigo Pedro Juan González me enseñó hace años, no digo cuántos por beneficio mutuo, que lo primero que debe saberse al entablar una alianza es cómo se desbarata si ello fuese necesario. A algunos fundamentalistas de las relaciones internacionales les molestará tanto pragmatismo, pero normalmente ellos nunca asumen responsabilidades reales y más bien se dedican a criticar cómodamente a quienes tienen la valentía de asumir el ejercicio de gobernar.Lord Palmerston indica la condición variable de los actores políticos, unas veces aliados y otras veces enemigos. Teniendo en cuenta esa realidad, cabría la pregunta si es mejor esperar un tiempo para tomar la decisión de retirarse de Unasur, pensando que aunque ahora no representa ningún beneficio, ante el "potencial" cambio en la política de varios países de la región, Argentina, Chile y Brasil, podría ser Unasur una institución que valdría la pena apoyar al reducirse el número de países que apoyan o toleran con complicidad al actual caudillo petrolero. Mi opinión es que ni siquiera dándose ese escenario resulta realmente atractiva la permanencia en Unasur.
El hecho que uno pueda permanecer en ella sin obtener beneficio alguno con la esperanza de algún beneficio futuro señala que la institución es inocua e inoperante. ¿Entonces para qué estar en ella? ¿Acaso los beneficios potenciales y hasta imaginarios que podrían obtenerse de esta organización regional no deberían obtenerse con menor costo con
*Centro de Pensamiento Estratégico - Universidad EAFIT
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