Hernán Avendaño Cruz*
Ámbito Jurídico, Año XII – No. 286, Bogotá
Noviembre 16 a 29 de 2009
“La evaluación del largo plazo muestra que Colombia ha avanzado tanto en la diversificación por mercados como en la de productos, pero que en lugar de depender de un solo producto básico dependemos de ocho”.
Refiriéndose a los debates económicos de finales de los años treinta del siglo pasado, José Antonio Ocampo y Armando Montenegro señalan que: “De acuerdo con el concepto de “economía nacional”… un país como Colombia no podía basar su desarrollo en la producción primaria para el mercado mundial… y tenía así que promover el desarrollo a través de la sustitución de importaciones manufactureras y de la producción para el mercado interno” (Crisis mundial, protección e industrialización).
Esta afirmación evidencia que había una gran preocupación por la dependencia de las exportaciones de productos primarios y la necesidad de diversificar la estructura productiva.
También muestra que ese debate en Colombia es de vieja data. Como lo es en la ciencia de la economía; por décadas los economistas han formulado argumentos a favor de la diversificación, especialmente para las economías subdesarrolladas.
Uno de los argumentos es la necesidad de reducir la volatilidad en los ingresos y el crecimiento económico del mundo subdesarrollado por su especialización en la exportación de unos pocos productos básicos.
Como complemento del anterior, se postula que la diversificación hacia bienes manufacturados de mayor valor agregado es la senda que deben seguir los países en su proceso de desarrollo.
Otros argumentos señalan la importancia de la diversificación de exportaciones como palanca del crecimiento económico, dado el reducido tamaño del mercado interno de muchas economías. El comercio internacional permite el aprovechamiento de las economías de escala en una variedad de productos y, por esa vía, el incremento de la producción y el empleo en la economía exportadora.
Por último, mediante la diversificación del comercio los países reciben conocimientos, aprenden nuevas técnicas de producción y mejoran la calidad gerencial, lo que permite ampliar los beneficios a todos los sectores productivos.
¿Qué tan alta era la concentración del comercio en Colombia en los años treinta y cómo ha evolucionado?
Albert Hirschman, en La potencia nacional y la estructura del comercio exterior –el libro en el que propuso el indicador de concentración que ahora conocemos como el índice de Herfindahl-Hirschman (IHH)–, mostró que en 1925 Colombia era el país de mayor concentración por mercados en el grupo de economías latinoamericanas para las que calculó el indicador (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, Ecuador, México, Perú y Uruguay).
El café representaba más del 80% de las exportaciones y fue el producto dominante hasta finales de los años ochenta. Aun cuando su peso relativo descendió desde la década de los cincuenta, sólo a partir de 1987 su participación se ubicó por debajo del 50% del total exportado; en 2008 apenas fue el 5% de las ventas de Colombia al exterior.
Sin embargo, el balance de 2008 muestra que los principales ocho productos de exportación –petróleo y derivados, carbón, café, oro, banano, carne, flores y aceite de palma– todos primarios, representaron el 60% de las exportaciones, y el primero de ellos el 32%.
Aun con esos resultados, hay avances de largo plazo, como consecuencia de las políticas implementadas por décadas. El IHH por mercados es actualmente muy inferior al de la década del 30, se ubica en un lugar intermedio en América Latina y está ligeramente por debajo del límite a partir del cual se considera alta la concentración (1.800 en una escala de 10.000). En el caso de concentración por productos el indicador es mucho mejor (879 en 2008 a pesar del impacto ocasionado por los altos precios internacionales de los productos básicos).
Por lo tanto, la evaluación del largo plazo muestra que Colombia ha avanzado tanto en la diversificación por mercados como en la de productos, pero que en lugar de depender de un solo producto básico dependemos de ocho.
De ahí que el gobierno mantenga su empeño en fortalecer el descenso de la concentración mediante políticas estructurales que deben rendir sus frutos en los próximos años. La primera fase de la política de internacionalización contribuye a diversificar productos, en tanto que la segunda contribuirá a hacerlo en mercados.
Los TLCs que se han negociado hasta el presente año, constituyen la primera fase y se enfocaron en los socios tradicionales que adquieren alrededor del 80% de nuestras exportaciones.
Con excepción de los países andinos (incluyendo Venezuela), en los demás países con los que hemos negociado TLCs, la participación de Colombia en el total de sus importaciones es inferior al 1.5%. Por esto, el acceso preferencial permanente debe aprovecharse en primera instancia en ganar mercados en la mayor cantidad de productos que sea posible.
La segunda fase de la agenda, actualmente en discusión, apunta a mercados de Asia, en los cuales nuestra presencia exportadora es marginal. El logro de esas negociaciones contribuirá a la diversificación de mercados.
Por último, hay dos políticas que repercutirán en la reducción del peso relativo de las exportaciones de bienes primarios. De una parte el objetivo de incrementar las exportaciones de valor agregado al 45% en 2010 y, de otra, la estrategia de transformación productiva, que tiene una meta de US$18 mil millones en exportaciones en 2012. En este último caso se incluyen no solamente bienes sino servicios.
En síntesis, la senda de largo plazo muestra logros, pero hay que acelerar la velocidad del cambio. El acelerador está en las políticas estructurales que se están implementando.
*Jefe Estudios Económicos Mincomercio
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