jueves, 18 de marzo de 2010

Balance electoral

Abdón Espinosa Valderrama

El Tiempo, Bogotá

Marzo 18 de 2010


Los enredos del procesamiento de datos y, especialmente, el conteo interrumpido de la consulta conservadora, además de la complejidad numérica del tarjetón, han enturbiado y empalidecido la contundencia del veredicto popular. Parcial compra de votos hubo e infiltración circunscrita de intereses oscuros también, pero estas anomalías no desvirtúan los resultados electorales. Lo cierto es que la democracia colombiana se pronunció en paz y con garantías efectivas, sin impedimentos ni tapujos. Y que, pese a enredos, incomodidades y dificultades, sus decisiones determinan la composición de la rama legislativa del poder público y delinean el mapa político de la república.

En primer término, salta a la vista el triunfo del uribismo. Nadie, ni sus más obcecados adversarios, lo ha desconocido, aunque se difiera en la interpretación de sus causas. En el ánimo de la opinión pública pudieron más el Gobierno y sus prédicas que la oposición vertical y sus acerbas críticas. Tal el hecho insoslayable. Próximo a dejar democráticamente el mando, el presidente Álvaro Uribe Vélez logra inmenso triunfo con sus huestes, esta vez bajo la dirección inmediata del jefe único, Juan Manuel Santos, quien así logra una primera e importante victoria. El Partido Conservador saca apreciable ventaja de su participación en el Gobierno y obtiene la segunda representación en el Congreso. Falta ver cómo termina el duelo dramático entre Noemí y Andrés Felipe Arias, en el cual se observa la contraposición velada de dos disímiles corrientes políticas: una de relevo franco y otra de continuidad radical.

El cuadro de la oposición refleja igualmente el sentir de otra parte de la opinión pública, sin participación en la vasta urdimbre del gobierno nacional y sus poderosos recursos. El Partido Liberal se declara bien servido con el mantenimiento de su representación en el Senado, no obstante su fuerte antagonismo con el Jefe del Estado. No es un secreto que a raíz de su desconocimiento político del triunfo de su líder disidente, buena parte de sus masas se deslizaron al carro victorioso de la seguridad democrática. No fueron escasos los esfuerzos de sus directores, César Gaviria y Rafael Pardo, por reagruparlo, pero el daño estaba hecho por erráticas y obcecadas actitudes. El país estaba ya en otra onda. Y sigue estándolo. Aquí cabría repetir las palabras de Alberto Lleras en el sentido de que lo que hay que preservar de la decadencia y la derrota son las ideas liberales y no las maquinarias.

Mucho le costó a Germán Vargas Lleras su ulterior enfrentamiento con el Jefe del Estado, pero él tiene juventud, garra y conocimientos para reponerse y seguir desempeñando papel protagónico en la política colombiana. Lo merece. En cuanto al Polo, es víctima de sus contradicciones internas y de no haber logrado articular una fuerza coherente, democrática y moderna, desligada por completo de otras formas de lucha. Está por descifrar el enigma del PIN, de ningún modo antigobiernista, sobre cuyo vertiginoso éxito en las urnas y su misma representatividad se formulan serias sospechas.

Ciertamente, aunque sin perjuicio de los resultados, hizo crisis la organización electoral, empezando por el intragable tarjetón, la circunscripción nacional, que tanto encarece los costos, y el voto preferente. Fallaron escandalosamente la organización, el procesamiento de datos y su transmisión. Fallaron los asesores técnicos, a quienes inexplicablemente se cambió, desechando la pericia y la técnica. Falló el Registrador del Estado Civil, desbordado por los acontecimientos y, al parecer, extraviado en impropio ambiente festivo, lo que está por esclarecer. Fallaron las prevenciones para evitar la compra de votos y, sobre la marcha, se erró con la súbita suspensión del conteo de votos de la consulta conservadora. Fue, como se dice coloquialmente, la tapa. Por lo pronto, nada irreparable. Pero, en su conjunto y en lo pertinente, urge la rectificación de los procedimientos, con miras a la elección presidencial.

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