jueves, 18 de marzo de 2010

Los registros del Registrador

Ernesto Yamhure

El Espectador, Bogotá

Marzo 18 de 2010

Hace algunas semanas dijimos en este espacio que el registrador Sánchez debía pensar en designar un funcionario ah-hoc que garantizara la celeridad y transparencia de las elecciones, dado su obsesivo interés de inmiscuirse en temas ajenos a sus funciones.

Mientras transcurría el estudio de constitucionalidad del referendo, el señor Sánchez se concentró en atacar la iniciativa popular. Todos los días decía que no tenía la manera de adelantar dicho certamen democrático. No estaba tan equivocado. Si las elecciones del domingo pasado le quedaron grandes y se le salieron de las manos, no me quiero imaginar el caos que habría imperado por cuenta de su demostrada incapacidad si el referendo hubiera resultado aprobado por la Corte.

Qué paradójico: anteriormente, los registradores eran nombrados por el Congreso de la República, mecanismo criticado por quienes creían que dicha elección le restaba imparcialidad al garante de los procesos electorales. Pues bien, cuando estos funcionarios eran de origen político, los colombianos podíamos conocer los resultados electorales máximo cuatro horas después del cierre de las urnas.

De la noche a la mañana a un genio se le ocurrió que debía hacerse un cambio y que en adelante el nombre del Registrador debía resultar de un concurso de méritos en el que los presidentes de la Corte Suprema, la Constitucional y el Consejo de Estado fungían como jueces; así se eligió a Ariel Sánchez.

Este ha sido un Registrador bastante particular. Tomó partido en contra del referendo. Él, que debía observar un comportamiento neutro, prefirió valerse de su cargo para torpedear el mecanismo de participación ciudadana, descuidando la preparación de las elecciones de este año.

Valdría la pena que el funcionario Sánchez le contara al país cuántos simulacros de elecciones se realizaron después de haber decidido contratar con UNE-EPM la plataforma de transmisión de datos. ¿Los jurados electorales eran idóneos; habían recibido una óptima capacitación?

Frente al unánime rechazo de la manera como se manejaron las elecciones del pasado domingo, el Registrador ha preferido excusarse evitando asumir la altísima responsabilidad que le cabe por el dramático manejo que se le ha dado al conteo de votos. Ha esgrimido toda suerte de argumentos flojos que sólo demuestran su desespero por tratar de explicar lo imposible: que su obrar ha sido eficiente.

Para justificar su ostensible incapacidad, ha llegado al extremo de decir que el Gobierno nacional no le ha asignado los recursos que necesitaba para llevar a cabo unas buenas elecciones. Además de todo, resultó poco amigo de la verdad, pues el Ministro de Hacienda ha dicho que para las diferentes jornadas electorales de este año, el tesoro público le giró la nada despreciable suma de 610.000 millones de pesos, plata que alcanza sobradamente para llevar a cabo las jornadas electorales previstas.

El Registrador dice que ese dinero no es suficiente. No lo creo, porque si estuviera tan corto de plata, no habría tenido con qué pagar el vino y el whisky que estaban ofreciendo —ilegalmente— el día de las elecciones.

Teniendo en cuenta estos antecedentes, resulta fundamental que se discuta si Carlos Ariel Sánchez tiene la capacidad profesional de garantizar unos resultados transparentes y libres de toda mácula en las elecciones presidenciales de mayo.

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Por el bien del Partido Conservador, por la unidad de la colectividad, por el futuro de la Seguridad Democrática, qué bueno sería que la doctora Noemí Sanín se comprometiera, tal y como lo hizo Andrés Felipe Arias, a acatar y respetar el resultado del escrutinio de la Consulta.

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