martes, 16 de marzo de 2010

Desencuentro inevitable

Sergio Muñoz Bata

El Tiempo, Bogotá

Marzo 16 de 2010


Desde el principio de su administración, Barack Obama se fijó el propósito de mejorar el estado de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Hoy, después de la muerte por huelga del prisionero político Orlando Zapata y de la criminal indiferencia de los gobernantes cubanos a la protesta de Manuel Fariñas, otro preso político, se hace evidente que seguirá el desencuentro entre ambos países mientras los hermanos Castro se mantengan en el poder.

De nada ha servido que en su afán por reducir las tensiones con el régimen cubano, Obama haya cambiado el tono agresivo de su antecesor y valiéndose de los poderes del Ejecutivo haya ordenado el relajamiento de algunas de las restricciones que existían al envío de remesas y a los viajes de los cubano-americanos a la isla. La reacción del gobierno cubano a sus esfuerzos ha sido de una indiferencia rayana en la arrogancia y al cabo de unos meses, la displicencia se ha convertido en desafío. Contando con la colaboración activa de sus aliados en el hemisferio sur, principalmente de Luiz Inácio Lula da Silva, en Brasil; Hugo Chávez, de Venezuela, y Evo Morales, de Bolivia, los amigos de los Castro intentaron una maniobra para forzar la reintegración de Cuba a la Organización de Estados Americanos haciendo caso omiso de la Carta Democrática de la institución. Y cuando fracasaron en su intento, se inventaron, con la entusiasta y patética participación de México, una nueva agrupación hemisférica que excluye a Estados Unidos y a Canadá.

Luego vino la detención policial de un contratista estadounidense que repartía computadoras y teléfonos en La Habana, para culminar en una violación criminal de los derechos humanos de los opositores a un régimen en el que no se permite ni la disidencia ni la oposición.

La escalofriante frialdad con la que las autoridades cubanas reaccionaron ante la muerte en huelga de hambre del encarcelado disidente político Orlando Zapata y el inhumano trato que se le ha dado a Manuel Fariñas, otro disidente en huelga de hambre que pide la excarcelación de 26 presos políticos gravemente enfermos, cancelaron cualquier posibilidad de reacomodo diplomático inmediato entre ambas naciones y no sólo por el enorme peso electoral que tiene el cabildeo cubano-americano en el país.
La brutalidad del régimen para tratar a Zapata, a Fariñas y a la oposición en general también ha generado críticas de la Unión Europea al régimen de los Castro. La semana pasada, el Parlamento Europeo adoptó una resolución condenando enérgicamente la "evitable y cruel" muerte de Zapata y expresando su preocupación por el "alarmante estado" de Fariñas. También le exigieron al gobierno cubano la libertad "inmediata e incondicional" de todos los presos políticos, al tiempo que urgieron a la Unión Europea a entablar "un diálogo estructurado" con la sociedad civil cubana.

En el mismo sentido se expresó el diario español El País, criticando al gobierno español por "poner en sordina las exigencias políticas al régimen cubano para arrancarle concesiones humanitarias" y lamentando el "deterioro de los derechos humanos" en Cuba. "Minimizar o, incluso, sacrificar las exigencias sobre derechos humanos en nombre de la transición que ha de venir no es sólo moralmente inaceptable; es contribuir, además, a que esa transición no llegue," concluyó el editorial del diario.
Desafortunadamente, fue en este hemisferio donde el poco apego a la defensa de los derechos humanos resurgió con las nefastas declaraciones del presidente Lula, quien se encontraba en La Habana conviviendo con su viejo amigo el dictador Fidel Castro el día que Zapata falleció, y a quien, con inaudita desfachatez, se atrevió a compararlo con los delincuentes comunes presos en Brasil.

Por suerte para la región, el costarricense Óscar Arias volvió a demostrar su calidad humana y su lucidez mental al criticar sin ambages a la dictadura cubana. Alzando la voz en nombre de Fariñas, exigió la liberación de todos los presos políticos en Cuba. "Los presos políticos no existen en las democracias. En ningún país verdaderamente libre uno va a prisión por pensar distinto," dijo el presidente Arias.

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