viernes, 19 de marzo de 2010

Sigue el desastre

Editorial

El Tiempo, Bogotá

Marzo 19 de 2010


Han pasado cinco días desde la jornada electoral del domingo y los resultados finales de las consultas, en especial la conservadora, siguen sin conocerse de manera definitiva. En lo transcurrido de esta semana, a las enormes dificultades que sobrepasaron al personal y al aparato técnico de la Registraduría el día de las elecciones se añadieron ahora demoras en los escrutinios, acusaciones de fraude y polémicas entre las autoridades electorales y el Gobierno.

Hoy, el desastre organizativo de los comicios no está limitado a la lentitud en la publicación de los datos y a la mala capacitación de los jurados de votación. En la fase de conteo de votos, a cargo del Consejo Nacional Electoral (CNE), otras fallas protuberantes han surgido. El miércoles pasado, el escrutinio se suspendió en Bogotá y en Arauca con ultimátum a los contratistas incluido. En la capital del país, por la caída del sistema de información y el conato de motín de seguidores de los partidos Polo Democrático y PIN, mientras que en el departamento llanero, desconocidos amenazaron de muerte a funcionarios de la empresa a cargo del software. Las dificultades técnicas fueron de tal gravedad que el CNE le suspendió el contrato al consorcio ID Systems y un nuevo operador tiene la responsabilidad de los conteos.

Es evidente que en cada etapa del complejo proceso electoral, desde la preparación previa y la pedagogía al escrutinio final, se presentaron protuberantes fallas. Las plataformas de sistemas contratadas por la Registraduría para manejar unos comicios de esta magnitud y participación colapsaron de una manera generalizada y permanente. Resta que se produzcan las investigaciones pertinentes desde la Procuraduría y demás organismos de control para identificar a los responsables en el sector privado y en la organización electoral de este severo golpe a la institucionalidad democrática.

Mientras los problemas técnicos se profundizan, las polémicas políticas suben de tono. El presidente Álvaro Uribe ha desplegado esta semana una andanada de críticas contra la Registraduría, que van desde la violación de la ley seca del domingo hasta la afirmación de que el ente electoral "no da confianza para las elecciones presidenciales en Colombia". La pelea del Gobierno con el Registrador no solo genera ruido dentro de dificultades técnicas mucho más graves que hay que resolver, sino debilita a la organización electoral de cara a la primera vuelta de mayo, lo cual es totalmente inconveniente. Cuando los escrutinios finalicen, la Registraduría deberá concentrarse sin distracciones en hacer un buen trabajo y recuperar el terreno perdido en estos días.

Que el propio Primer Mandatario le quite credibilidad a la autoridad electoral para la primera vuelta podría abrir una peligrosa caja de Pandora y enrarecer aún más el ambiente político. En ese mismo orden de ideas, sería conveniente que la candidata Noemí Sanín, protagonista del cabeza a cabeza conservador, rompiese su estratégico silencio y, como lo hizo su contendor, Andrés Felipe Arias, anunciara que reconocerá la decisión final del CNE, sin importar el ganador. Decisión que es necesario que se sepa en el transcurso del día de hoy.

Pero la caída diaria de la plataforma informática y el rifirrafe de acusaciones no deben ocultar la gran lección de esta debacle. La jornada del domingo confirma las falencias sistémicas que aquejan a la organización de las elecciones en Colombia. Al acabar estos comicios, la prioridad está obviamente en darles las debidas garantías a los aspirantes presidenciales y al público en general y así evitar un caos similar en la primera vuelta. Pero esto no borra la urgencia de hacer un examen de fondo y aplicar correctivos en el futuro para que el riesgo de errores sea cercano a cero.

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