sábado, 20 de marzo de 2010

El caos del conteo de votos

Luis Guillermo Blanco

El Tiempo, Bogotá

Marzo 20 de 2010


En estos momentos, para nadie es un secreto el estruendoso fracaso de las elecciones del 14 de marzo para Congreso, consulta conservadora y Parlamento Andino. El Registrador Nacional aduce que la cantidad de listas inscritas y de corporaciones ha sido una de las principales causas de la demora en producir los datos definitivos.

Esto hace que me retrotraiga un poco a la historia para desmentir tal afirmación. En épocas pretéritas, la Registraduría escrutaba casi artesanalmente todo lo concerniente a la elección presidencial, cuerpos colegiados, concejos municipales, asambleas, todo al mismo tiempo, y los resultados se conocían a más tardar a medianoche.

En esa época no había Internet, ni celular, ni los sofisticados medios de comunicación contratados hoy por sumas astronómicas. Eso sí, los empleados tenían un gran conocimiento y los supernumerarios contratados para acompañar la logística eran sometidos a continuos talleres pedagógicos, y todo salía bien. Los reclamos eran mínimos y previsibles.

Entonces que no venga el señor Registrador con esa disculpa tan pueril. La causa del desastre fue solo una: la ineptitud del señor Registrador. Como simple ciudadano, tuve la oportunidad de hacerle un seguimiento, el domingo 14, a lo que pasaba en las mesas de votación: los jurados no tenían conocimiento de nada, los votantes no entendían los tarjetones, los sitios escogidos para sufragar, los más inconvenientes; no se previó nada; todo al azar.

Y el Registrador, de la manera más oronda, repartiendo mandobles: que fueron los señores de UNE, que los jurados no cumplieron, que les introdujeron virus a los computadores, que 4 millones 500 mil personas se metieron al mismo tiempo a las páginas de datos y las bloquearon, que patatín que patatán.

Lo cierto es que hasta hoy no hay noticias concretas de nada. Falta por escrutar un porcentaje determinante para definir unas curules, y los datos de la consulta conservadora, a la que no le dio ninguna importancia.

Lo que pasó y está pasando es muy grave. El Registrador, por pura irresponsabilidad en el cumplimiento de su misión, estuvo a punto de causar una tragedia de vastas proporciones.

Sí nos salvamos de esta, ¿es necesario correr el riesgo para las presidenciales? ¿No sería mejor aplazar las elecciones unas semanas y llamar a reforzar el equipo electoral a Humberto de la Calle o a la señora Almabeatriz Rengifo, o a ambos, que pasaron por ese cargo con magníficas calificaciones?

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