lunes, 22 de marzo de 2010

Centrocracia

Eduardo Pizarro Leongómez

El Tiempo, Bogotá

Marzo 21 de 2010


La designación, a través de la consulta popular, de Noemí Sanín en el Partido Conservador y de Antanas Mockus, en el Partido Verde, despejó ya el abanico de candidatos de las próximas elecciones presidenciales. La vitalidad de la democracia colombiana (a pesar de negros lunares, como el PIN y la compra de votos) se ve ya reflejada en la disputa por la Presidencia de la República.

Todos los rasgos que los teóricos de la democracia exigen para que una contienda electoral amerite ese calificativo se presentan en estas elecciones.

En primer término, la diversidad y la calidad del liderazgo político. Este es, sin duda, uno de los rasgos de nuestro sistema político que más sorprende a los observadores internacionales: en efecto, el liderazgo en Colombia no se agota en una figura única (Hugo Chávez) o en un dúo dinámico (Fidel y Raúl, Néstor y Cristina), sino en una amplia gama de candidatos de altísima calidad. Muchos de ellos con reconocidos méritos para alcanzar la presidencia y ejercerla con eficacia y dignidad. Colombia continúa siendo una tierra estéril para el caudillismo personalista. Salvo, probablemente, el general Tomás Cipriano de Mosquera en el siglo XIX, Colombia no ha conocido nunca esta folclórica figura del zoológico político latinoamericano.

En segundo término, a diferencia de otros países del continente donde los mandatarios han anunciado que desean gobernar por los siglos de los siglos de manera individual (Hugo Chávez) o en una rotación matrimonial indecente (Néstor y Cristina), en Colombia vamos a observar una amplia rotación de las élites políticas. Cualquiera que sea el ganador en las próximas elecciones, se va a producir un cambio de estilo de gestión política, en los énfasis gubernamentales, en la composición de los altos cargos del Estado. Sin duda, el 7 de agosto vamos a observar cambios profundos en la forma de gobernar.

En tercer término, es interesante comprobar que el abanico de candidatos a la Presidencia de la República cubre todo el espectro ideológico, salvo los dos extremos, la extrema derecha y la extrema izquierda. En efecto, los candidatos que representan las actuales opciones político-partidistas van desde el centroderecha hasta el centroizquierda, pasando por el centro. Es importante resaltar la composición de este abanico ideológico centrista, pues esta diversidad ideológica acotada muestra una vez más que los colombianos, a pesar de la violencia que nos afecta, siempre votamos hacia el centro del espectro ideológico. Colombia ha sido y seguirá siendo una democracia de centro: una centrocracia.

En cuarto término, las elecciones presidenciales están regidas por la incertidumbre. A pesar de que Juan Manuel Santos tiene, probablemente, las mayores opciones, nada está escrito de antemano. No estamos en la Cuba de los Castro, en donde elecciones plebiscitarias con candidatos únicos renuevan monótonamente a los vejetes del anacrónico Partido Comunista. En el juego de alianzas interpartidistas que se van a tejer tras la primera vuelta presidencial en torno a los dos candidatos mayoritarios, se va a definir el nuevo Presidente de Colombia. Es decir, el ganador va a ser aquel que logre armar la coalición mayoritaria.

En los últimos días se han escrito todo tipo de improperios en contra de las instituciones democráticas colombianas. No es, como no lo es ninguna, una democracia perfecta. Basta observar el sorprendente avance de los movimientos neonazis y neofascistas en Europa, con su carga incontenible de odio xenofóbico y su violencia contra otras expresiones nacionales y culturales.

En nuestro país, valores como la renovación política, el pluralismo ideológico, la incertidumbre y el respeto a las minorías están hoy en día plenamente garantizados. No creo que algunos lunares, así algunos causen vergüenza, sean suficientes para desconocer la vitalidad de una democracia que pronto celebrará 200 años.

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